Jesse: Tengo una idea loca, pero si no te pregunto me arrepentiré por el resto de mi vida.
Celine: ¿Cuál?
Jesse: Quiero seguir conversando. No sé cuál es tu situación, pero siento que tenemos una conexión. ¿Sí?
Celine: Sí, yo también.
Jesse: Genial. Ésta es la idea. Bájate conmigo y visitemos la ciudad.
1995. Unos jovencísimos Ethan Hawke y Julie Delpy sorprendían y entusiasmaban a los espectadores con su aventura romántica de una sola noche por las calles de Viena. El director de la cinta, Richard Linklater, y la guionista Kim Krizan conseguían con sus diálogos plasmar en la gran pantalla, y fuera de tópicos, no sólo las emociones del primer amor, sino también las inseguridades del futuro, las relaciones de los jóvenes con sus padres y algunas de las preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez u otra a esa edad. Miles de jóvenes que ven la película continúan identificándose con Jesse y Celine hoy en día, una conexión que no consiguen todas las películas.
Jesse: Pienso si no habré renunciado a la búsqueda del auténtico amor porque perdí la esperanza el día que no apareciste en Vienna.
2004, 9 años más tarde. Mismos personajes, distintas preocupaciones, amor reencontrado y cambio de escenario. Jesse y Celine se encuentran en París y pasan toda una tarde juntos paseando por las orillas del Sena. Los diálogos, aquí escritos también por los mismos Hawke y Delpy, igualan en brillantez a los de la primera entrega. En este caso los temas de conversación se centran más en las frustraciones y motivaciones profesionales, en engaños amorosos, experiencias vitales y recuerdos de una vida dejada atrás. El amor, sin embargo, sigue allí. La conexión física y psíquica entre los personajes traspasa la pantalla y llega al espectador. ¿Por qué? Porque cada frase y cada escena están tratadas con una fascinante soltura, frescura y realismo que engancha desde el primer minuto hasta la última escena: una canción, una sonrisa y un final supuestamente abierto. ¿Si, seguro?
Celine: Me siento cercana a ti
Jesse: ¿Sí?
Celine: Pero a veces, no sé, siento como que tú respiras helio y yo oxígeno.
2013. 9 años más, Grecia. Antes del anochecer supone el cambio más brusco a la trilogía romántica de Linklater. El punto de partida no podría ser más distinto a los dos films anteriores. [Peligro spoiler] Esta vez, Celine y Jesse no se vuelven a encontrar con la imagen idealizada que pudieran tener el uno del otro en Antes del atardecer, después de una década sin verse. Los protagonistas han pasado juntos todo este tiempo y ahora tienen dos hijas [Fin peligro spoiler]. La convivencia y las relaciones de pareja pasan a ser, pues, temas centrales en las conversaciones de los dos protagonistas, unos diálogos de nuevo brillantes, aunque esta vez mucho más incisivos, acusadores y, en ocasiones, pesimistas ―realistas, según cómo se mire―.
Otro cambio respecto a las dos entregas anteriores es que Antes del anochecer tiene algunas escenas de diálogo coral, novedad argumental que sirve a director y guionistas para adentrarse un poco más en los distintos tipos de amor, convivencia y respeto en cada una de las distintas etapas de la vida. La escena de la comida es, sin duda, una de las mejores de todo el film. En cuanto al resto de secuencias, pertenecen única y exclusivamente a Hawke y Delpy quienes, por mucho que pasen los años, continúan compartiendo y transmitiendo una increíble conexión íntima e intelectual. Los dos actores aguantan la genial cámara de Linklater con una naturalidad raramente vista en la gran pantalla y vuelven a identificarse con el público que ha pasado ―o está pasando― por lo mismo que ellos. El único problema de Antes del anochecer es que, al ser bastante más larga que sus dos predecesoras, pierde el ritmo en algunos fragmentos, sobre todo en la secuencia del hotel, demasiado larga y reiterativa. Fuera de esto, el todo de Antes del anochecer no defrauda y se convierte en un precioso y romántico ―sí, romántico a pesar de todo― reflejo de qué es el amor y cómo evoluciona y perdura a lo largo del tiempo.
Lo mejor: los diálogos, como siempre, y ellos dos.
Lo peor: ver el paso del tiempo hace daño.
Nota: 8
A mi me ha parecido un film extraordinario, un estudio muy profundo de las relaciones sentimentales, que me recordó en muchos momentos a "Secretos de un matrimonio" de Bergman.
ResponderEliminarLa película conserva la misma frescura de las dos precedentes, los mismos diálogos magistrales (en perfectos y larguísimos planos secuencia) y unas actuaciones de la pareja protagonista que más que actuaciones parece que sean ellos mismos, o nosotros mismos reflejados en un espejo. Pero en esta terecera parte aparece un contexto agridulce, muy real, porque la vida no es perfecta y en toda relación, con el paso del tiempo, encontramos siempre responsabilidades, compromisos, inseguridades y frustraciones; y el verdadero amor es el que logra superar estos obstáculos. Es por ello que esta tercera parte me parece superior a las otras dos, porque el auténtico romanticismo es el que se muestra en ese final prodigioso del film. Me parece maravillosa la frase que escribe el crítico de la Vanguardia al comentar esta película: "Junto a ellos uno se convence de que el amor puede valer la pena, aunque tengas que pelear para conservarlo".