Una película de suspense es
básicamente una historia de intriga que se caracteriza por tener ritmo rápido,
acción, héroes ingeniosos y villanos poderosos e influyentes. Posee un relato
que tiene mayor consistencia y argumentación que otros géneros cinematográficos
y su característica es que todos los elementos propios de un guión (personaje,
antagonista, meta, conflicto, ritmo, etc.) están al servicio de una intriga, es
decir al servicio de una acción que se ejecuta con astucia y ocultamente.
Como ésta, podríamos encontrar muchas más definiciones sobre el thriller, este género que parece que
nunca pierde el interés del público cinéfilo. Eso sí, todas ellas coincidirían
en esta compleja o, como mínimo, elaborada argumentación del guión, todo para
mantener al espectador enganchado en la butaca, hacer suya la intriga y sorprenderle
con algún que otro giro de la historia, inesperado pero perfectamente
milimetrado en los esquemas de autor y director. Tesis sobre un homicidio es una cinta entretenida, hace un uso correcto
del elemento “duda” y cuenta con un protagonista, Ricardo Darín, que está soberbio
en todo lo que hace. No obstante, el film de Hernán Goldfrid falla en el ritmo,
descuida demasiado el resto de protagonistas y acaba dando más importancia a la
estética de los planos que al desarrollo de la intriga.
La historia de Tesis sobre un
homicidio gira en torno a la creciente obsesión de Roberto Bermúdez (Darín),
abogado y profesor de Derecho Penal, para probar la culpabilidad de uno de sus
alumnos, Gonzalo (Alberto Amman), en el brutal asesinato de una chica cometido delante
de la Facultad de Derecho de Buenos Aires.
Alfred Hitchcock decía que el suspense es informar al público de que hay
una bomba debajo de la mesa. De este modo, el espectador sufre la ignorancia de
las víctimas, que no saben que esa bomba va a explotar de un momento a otro. El
director británico es uno de los principales exponentes del género y uno de sus
máximos referentes. No en vano se lo ha etiquetado muchas veces como el “mago
del suspense”, por lo que no es de extrañar que cada thriller que salga en cartelera acabe pasando por el filtro “Hitchcock”.
En el caso de Tesis sobre un
homicidio, a una se le pasa por la cabeza la estupenda La sombra de una duda, de 1943. Aunque en ese caso la duda era casi
una obviedad, el lenguaje cinematográfico de Hitchcock —muy cuidado en los
detalles, en los diálogos y en el papel de los secundarios—, así como las
interpretaciones de la inocente Teresa Wright y el magnífico Joseph Cotten,
hacían de la película un auténtico placer angustioso e intrigante. En el film
de Goldfrid, la duda del espectador y
la obsesión del protagonista son la base de todo el relato. Los detalles,
precisamente, juegan también un papel importante, sólo que se centran única y
exclusivamente en lo que ve y quiere ver el personaje de Darín. De este modo olvida
la intriga y el suspense que podría haber conseguido si hubiera retratado mejor
a los secundarios, por ejemplo, dando más papel a Alberto Amman -algo que no pasaba, para poner otro ejemplo, en la brillante El secreto de sus ojos de Juan José Campanella-.
Esto no quita el hecho de que Tesis
sobre un homicidio es un thriller
disfrutable, con un muy buen principio, una excelente fotografía y un montaje muy
conseguido. Sin embargo, parece que el director se ha concentrado más en captar
la expresión de Darín a través de espejos y ventanas que no en conseguir un
ritmo estresante y angustioso psicológicamente para su historia, que acaba por
hacerse un poco repetitiva a falta de información nueva.
Lo mejor: Darín y la primera media hora de metraje.
Lo peor: que el desarrollo del thriller,
lo más importante, no acaba de convencer
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