Cine americano, con deportes y drama familiar. Un cóctel que
no suele dar buenos resultados ni recibe el beneplácito del público y la
crítica fuera de sus fronteras naturales: aquellas deseosas del éxito y del
triunfo. El año pasado el magnífico guión de Aaron Sorkin y Steve Zaillian, la
solvente dirección de Bennett Miller y la introspectiva interpretación de Brad
Pitt cerraron el pico de un servidor y del de tantos otros con la fantástica Moneyball. La contundencia no es tanta
con el resultado de Golpe de efecto,
pero lo cierto es que no cae en el estilo telefimero
que hacía presagiar ni en la indiferencia que se presuponía en su avance. Prejuicios
desmantelados.
La historia no depara sorpresas, todo tiene tiende a sensación de déjà vu y la previsibilidad gana la partida sin golpes de efecto, más que el motivo del distanciamiento entre el padre y la hija protagonistas. ¿Cuál es su gran baza pues? Un reparto brillante y una dirección consistente, pulcra y clasicista. Académica, también, sí; pero un academismo bien acuñado como el de Eastwood: el Clint duro de Mystic River, el revolucionario de Bandera de nuestros padres o el convulso de Gran Torino. Su compañero (y amigo) Robert Lorenz no está a su altura, pero en algunos momentos recoge todo su espíritu y potencial dramático (la escena del cementerio, las conversaciones entre Eastwood y Adams). Lorenz ha sido ayudante de dirección y productor en varios trabajos de Clint tras las cámaras.
La historia de Golpe de
efecto no tiene ni trampa ni cartón: mala relación paterno filial
solventada en un viaje de reunión, abogada urbana ahogada de trabajo sin vida
personal, irrupción de un joven y apuesto, pérdida de confianza en lo antiguo
frente a la tecnología. Hasta sabemos cuál será el devenir de "el chico de
los cacahuetes" desde que lanza la bolsa de frutos secos de ese modo y la
nueva estrella del béisbol juvenil lo apoda bajo burla de todo el equipo. Aunque
los lugares comunes tengan primacía, la veracidad y contundencia del relato son
garantes de un resultado en que las piezas encajan y todo funciona.
La conjunción entre el drama familiar (con un cúmulo de
decisiones muy potente) y la comedia romántica (sin novedad alguna) ofrece una
buena introspección de los personajes de Eastwood y Adams, sobre todo, el de
ella sale muy reforzado. El gran peso de los dos protagonistas se ve reforzado
por el impecable trabajo de Eastwood, resurgido en el mundo de la interpretación,
con un papel perfecto para él, pero que pocos como él saben dotar de tanta
envergadura expresiva. Por otro lado, Amy Adams, actriz versátil que agota
adjetivos y que vuelve a demostrar su inmensa fuerza interpretativa.
Es fácil confundir a Golpe de efecto con la americanada o la
ñoñería de sobremesa y sería un craso error. Es un drama familiar de buena
factura, cumplidor y con grandes interpretaciones. Nada más, entretenimiento de
calidad sin demasiado esmero, aunque sobradamente previsible.
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