El mundo del ajedrez es extraordinario. Memoria, estrategia, inteligencia,
calma, sorpresa... jaque. El thriller
psicológico comparte algunas de estas características: una estructura compleja
pero muy bien delimitada, una calma aparente, y esos giros o sorpresas
inteligentes hacia el final de la partida/film que siempre acaban en jaque
mate. Un buen thriller psicológico
juega bien con todos estos elementos y consigue mezclarlos de modo que
mantengan una tensión constante en el espectador. El montaje, el guión y las
interpretaciones son clave, y si falla cualquiera de ellas, el resultado acaba
siendo irregular. Es más o menos lo que le pasa a Fill de Caín (Hijo de Caín), el primer largometraje del director Jesús Monllaó.
Película correcta y entretenida, pero con escenas demasiado forzadas y tiesas que
perjudican al film entero.
Nico (David Solans) es un adolescente especial, es inteligente y está obsesionado con el ajedrez,
pero su comportamiento es cada vez más extraño y preocupante. Finalmente, sus
padres, Coral (Maria Molins) y Carlos (José Coronado), deciden llamar a un psicólogo infantil (Julio Manrique). A través de la
terapia y la pasión por el ajedrez, el psicólogo irá adentrándose en el mundo
interior de Nico e intentará entender el porqué de su comportamiento, cada vez
más violento. Algo esconde el chico, algún secreto que lo hace ser de este
modo. Descubrir la verdad será la única opción para evitar que el mal se acabe
apoderando de Nico.
El punto de partida no podría ser más interesante. El guión, basado en la
novela homónima de Ignacio García-Valiño, es un juego constante entre los
protagonistas, una partida de ajedrez entre padre e hijo, paciente y psicólogo,
alumno y maestro. El cómo se introduce el ajedrez en el argumento es, sin duda,
lo mejor de la cinta, así como las primeras conversaciones entre Nico y el
psicólogo. Sin embargo, la película no
consigue mantener la tensión de algunas de las escenas, desperdiciándola por
culpa de un montaje demasiado cortado, de un guión al que le faltan
explicaciones y que hace aguas —sobre todo hacia el final— y de unas interpretaciones, en muchos momentos, un poco artificiales.
¿Culpa de la dirección de actores? Probablemente, porque no hay duda de que
José Coronado, Maria Molins y Julio Manrique son tres grandes actores. No
obstante, los tres están correctos en sus personajes, como también el debutante
David Solans, el encargado de darle expresión y ambigüedad al personaje de
Nico. No es ningún Ezra Miller —claro que el film tampoco se puede comparar con
la extraordinaria y desgarradora Tenemos
que hablar de Kevin—, pero acaba convenciendo y asustando al público. Así
pues, corrección y, lamentablemente, poco más para este prometedor thriller psicológico que, a la hora de la verdad, no ha sabido jugar
bien sus piezas. ¿Jaque mate? Difícilmente.
Lo mejor: la idea argumental, es decir, el thriller psicológico y la primera
partida de ajedrez entre Nico y el psicólogo.
Lo peor: el modo en que está contado este thriller.
Nota: 6
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