Otra boda, otra comedia que, ya sólo con el título, no invita demasiado a su
visionado. ¿Qué puede tener una película donde todos van de blanco y ríen a
carcajadas que pueda gustarnos por encima de las obscuras y profundas
reflexiones de algunos de los estrenos más destacados de los últimos meses? ¿Calidad?
¿Brillantes interpretaciones? ¿Conmovedora y desgarradora dialogística? No. La respuesta
es mucho más corta y sencilla: diversión. La
gran boda consigue arrancar más de una sonrisa al espectador, cosa nada fácil,
y es por ello que se merece la calificación de notable entretenimiento de la
semana.
Don (Robert De Niro) y Ellie (Diane Keaton) tendrían que estar contentos.
Su hijo adoptivo, recién licenciado en la universidad de Harvard, se casa en
pocos días. El problema es que hace más de 10 años que no se ven, no des de que
Don engañó a Ellie con su mejor amiga Bebe (Susan Sarandon) y se fue a vivir
con ella. Por si fuera poco, su hijo (Ben Barnes) acaba de contarles que su
madre biológica, muy religiosa, asistirá a la boda y no sabe nada del divorcio,
y les ha pedido que hagan ver que aún están felizmente casados. Éste será el
primero de toda una serie de enredos que se irán sucediendo en la trama de La gran boda, simple, nada extraordinaria,
pero poseedora de un elemento clave: la risa.
El género de la comedia de enredos está actualmente infravalorado. En parte
es culpa de las producciones actuales, que se pierden en la broma fácil en
lugar de ir a buscar aquel diálogo, aquella magnífica e hilarante “verborrea” mágica
de las clásicas comedias de Ernst Lubitsch, Frank Capra, George Cukor, Howard
Hawks, Mitchell Leisen, etc. etc. No eran películas complejas, pero tenían los tres
elementos perfectos: director, intérpretes y guión. La gran boda de Justin Zackham queda quilómetros y quilómetros
lejos de aquellos grandes clásicos, incluso de las mejores cintas cómicas
actuales —pocas de ellas de enredos, por cierto—. No obstante, el guión del
mismo Zackham, aun flojo en la narración, sorprende y nos regala algunas
escenas de lo más divertidas, la mayoría obra del sarcasmo, la sátira y las
siempre buenas interpretaciones de tres monstruos como Robert De Niro, Diane
Keaton y Susan Sarandon.
Si bien es verdad que están lejos de su mejor forma, los tres actores le han
cogido el gusto a esto de la comedia, y sólo por verlos juntos a los tres,
besándose, peleándose y descargando su ira en cínicos comentarios incriminatorios,
ya vale la pena. Por su parte, los cuatro jóvenes también dan la talla. A
Topher Grace y Katherine Heigl se les puede criticar cierto anclaje en el mismo
tipo de papeles cómicos, es verdad, pero tampoco se puede negar que, estos
papeles, los bordan. A Ben Barnes también parece ser que, desde Las crónicas de Narnia, le han adjudicado
con los personajes hispanos, mientras que a Amanda Seyfried, ya sabemos que
todo lo que sean bodas se le empieza a dar muy bien. Seyfried y Barnes, por
cierto, comparten una de las escenas más divertidas del inicio de la película:
la reunión prematrimonial con el aquí secundario Robin Williams, agradable
guindilla del pastel de bodas de esta cinta que encaja a la perfección con el
grupo cinematográfico de las cintas del “pasar un buen rato”.
Lo mejor: la primera media hora (sobre todo la cena y la
reunión con el cura) y el sarcasmo que fluye entre De Niro, Keaton y Sarandon.
Lo peor: que por muy divertida que sea, las grandes comedias clásicas de enredos
hace tiempo que dejaron de hacerse.
Nota: 7
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