martes, 29 de enero de 2013

'Fènix 11·23', la susceptibilidad de un tema cercano

No podía llegar en mejor momento esta película: en plena vorágine independentista en Catalunya. Ahora bien, es pura casualidad. Los directores Joel Joan y Sergi Lara llevan siete años intentando levantar Fènix 11·23 y el proceso ha culminado en un contexto ideal para que cale el mensaje del film. En resumidas cuentas, ¿qué mejor momento que el actual para que la historia de un joven de 14 años que fue detenido por la Guardia Civil bajo sospechas de terrorismo informático por enviar un correo electrónico a una empresa exigiendo el etiquetaje en catalán obtenga un beneplácito (casi) absoluto del público?

 


De hecho, en ese material de partida radica lo mejor del film: lo increíblemente real, la paradoja de que tales hechos ocurrieran en 2004 y con total impunidad, sin consecuencias políticas de ningún tipo. El trabajo de la película no es manipular al espectador, sino presentar un relato verosímil, denunciar lo sucedido y dejar al público (mayoritariamente, será afín a la denuncia) que valore y juzgue bajo su punta de vista. Era muy fácil y problemático caer en un discurso tendencioso, pero un guión bien hilvanado y unos directores ciñéndose a la documentación fidedigna aportan el grado justo de contención emotiva.

Si los hechos no fueran reales, se acusaría la película de inverosímil. La cuestión es que lo son y se narran con un estupendo pulso narrativo y con una mezcla de drama y thriller que sustenta la tensión del relato y garantiza un tratamiento pulcro de los personajes. La primera parte incide en la vida de Èric Bertran, nos adentra en su mundo e incluso acierta en el tratamiento de la adolescencia (el amor, las amistades, el colegio, la relación con los padres, el uso de la tecnología...); la segunda parte ya es la de denuncia, la espiral de situaciones desproporcionadas hasta llegar al clímax: la escena de la declaración en la Audiencia Nacional. Genuinamente dirigida, estupendamente interpretada y de factura impecable. Ojalá toda la película fuera así. Pero no.

Fénix 11·23 tiene sus malas costuras también, no todo funciona. El tramo final peca de un alto nivel de emotividad que busca desesperadamente contentar al espectador y, si llega a ser el caso, derramar una lágrima. Por otro lado, en algunas ocasiones, el mensaje se hace reiterativo y se hace demasiado evidente en boca de los propios personajes en frases totalmente prescindibles. La intencionalidad de la película es demasiado clara y conociendo la ideología de Joel Joan tampoco era muy difícil acertarlo de antemano. Ahora bien, es de agradecer (y mucho) que la película no caiga en el panfleto, lo cual era extremadamente fácil.


El reparto cumple con creces su cometido y destacan por encima de todos las dos actrices: Rosa Gàmiz como la madre sufridora y Ana Wagener como la impecable fiscal de menores, una de las grandes razones de la estupenda escena de la declaraciónNil Cardoner crece como actor en cada nuevo papel y su encarnación de Èric Bertran consuma el buen hacer del chico. Música, fotografía, montaje tienen un savoir-faire con buenos profesionales detrás.

Por tanto, Fènix 11·23 no es el desastre de película que muchos predican, desconozco si por ideología (sería espantoso que fuera por ello) o por nula capacidad crítica de valorar sus puntos fuertes. Si bien es cierto que está carente de mayor profundidad y de dejar más libertad al espectador, tiene una gran baza que es la de no caer en lo panfletario. El que quiera ver esa cualidad, que la disfrute. Un servidor, lo hizo.

Lo mejor: No se corrompe a ella misma

Lo peor: La susceptibilidad del tema mermará sus méritos

Nota: 6

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