miércoles, 28 de noviembre de 2012

'La parte de los ángeles' – Los cuatro de Loach




Es inconcebible pensar en Ken Loach sin asociarle un trasfondo de crítica y denuncia social. Ese es su cine, así de simple, su marca, y es precisamente lo que más gusta sobre él. Más extraño podría parecer, por otro lado, el uso del humor en algunas de sus películas, como hace en su nuevo film La parte de los ángeles. Es verdad que el dramatismo y la tragedia de historias como El viento que agita la cebada (2006) podrían dar esa idea como válida, pero si hacemos memoria, Loach ya ha utilizado el género de la comedia en más de una ocasión. Al fin y al cabo, el género siempre es una mera herramienta para expresar y hacer llegar al público un mensaje, sensación o idea.

En este caso, Loach ha escogido el humor y el cinismo para hacer un simpático relato acerca de las segundas oportunidades, el empezar una vida nueva lejos de los prejuicios de la sociedad y los determinismos que ahogan a las clases más pobres. La película narra la historia de Robbie (Paul Brannigan), un joven de Glasgow que, después de ahorrarse una temporada en prisión, decide pasar página y comenzar de cero con su novia y su hijo recién nacido. La sociedad y el entorno, sin embargo, no se lo ponen nunca fácil a un chico con antecedentes penales; ésa es la crítica de Loach, el drama de todas sus películas. La marginación social es una constante en el cine del director inglés, un personaje más. Aquí, sin embargo, Loach añade hábilmente un nuevo protagonista: la esperanza, que viene con un whisky en la mano y al ritmo del “I’m Gonna Be (500 miles)” de The Proclaimers.




La visita a una destilería de whisky de Robbie y sus amigos de los servicios comunitarios será el punto de partida de una amable y divertida aventura, mezcla de Full Monty y Ocean’s Eleven. Esta vez, los protagonistas cambian el striptease por una kilt (típica falda escocesa) y el casino por una subasta de whiskies, todo ello sin perder la marca del director y con un toque satírico proporcionado por la relación entre los cuatro protagonistas, “los cuatro de Loach” —ni George Clooney podría haberlo hecho mejor—.

Lo importante en esta historia, en realidad, no es la verosimilitud de los hechos, sino esa pizca de esperanza de que si queremos, si nos lo proponemos, podemos cambiar nuestro destino. Y la comedia parece ser la mejor arma para luchar y conseguir ese billete de salida hacia "una vida mejor”, como intentaba también hace poco Guillaume Canet. De este modo, Ken Loach demuestra una vez más su capacidad por alternar humor y drama, como ya había hecho, por ejemplo, en 1991 con Riff-Raff. Allí el director de Pan y rosas y de Sólo un beso le daba a Robert Carlyle su primer papel protagonista, como ha hecho con el joven actor Paul Brannigan, todo un descubrimiento en esta su primera película. A Brannigan, por otra parte, lo acompañan algunos de los habituales de Loach —ni qué decir lo imprescindible de la versión original—, entre ellos William Ruane, John Henshaw y el histriónico e hilarante Gary Maitland, complemento perfecto para una cinta que derrocha talento, esperanza y simpatía.


Lo mejor: la crítica social de Loach y el humor de sus protagonistas, así como el carácter esperanzador de la cinta.

Lo peor: que todo lo que retrata Loach sea tan condenadamente verdadero.

Nota: 80

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1 comentario:

  1. Hace muchísimos años, cuando tanto Loach como yo éramos jóvenes, una de sus primeras películas, "Family life", me descubrió una de las características que más valoro de su filmografía. Me refiero a esos momentos de felicidad que incluso en las situaciones más desesperadas (y las de los protagonistas de Loach lo acostumbran a ser) pueden aportar la esperanza de que, a pesar de todo, la vida vale la pena vivirla. Excepto en películas absolutamente desesperanzadas, como "I'm sixteen", en la mayoría de películas de Loach se repiten estos momentos mágicos. "My nombre es Joe" o "La canción de Carla" son paradigmáticas en este sentido, pero también los mejores momentos de "La parte de los ángeles" son para mí aquellos en los que el joven protagonista puede sonreir, puede pensar que vale la pena luchar porque su hijo no repita sus errores o puede comprobar con el personaje de Harry que siempre hay alguien con buen corazón dispuesto a ayudarte. Y así es como me gusta Loach.

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