La obra artística la concibe, evidentemente, el artista. Puede ser un libro, una partitura, una obra de teatro, una película, una escultura… Fernando Trueba concibe y crea arte cinematográfico como aquella joya animada que es Chico&Rita. El personaje de su último trabajo, El artista y la modelo, traslada sus sentimientos y sus pasiones en esculturas. De este modo, el director de Belle époque se crea una especie de álter ego para hablar de sus inquietudes artísticas y narrar su historia más personal e íntima.
El artista y la modelo esconde una maravillosa historia (con sus más y sus menos, eso sí) sobre el proceso creativo, la imaginación, la inspiración y la satisfacción con el trabajo final. Aunque, a veces, el trabajo completado no sea suficiente garantía para sobrevivir. Marc Cros, el escultor francés protagonista, encuentra una nueva musa en Léa, una joven catalana exiliada tras el fin de la guerra civil que huye a la Francia de inicios de la II Guerra Mundial. Entre ellos se entabla una relación tierna en que ambos acaban aprendiendo del otro y lograrán afrontar el futuro como mejor creen que les convenga.
La historia, profunda y lúcida, no siempre consigue lograr el objetivo perseguido, en algunos tramos (afortunadamente pocos) resulta reiterativa y pomposa. Es un error de planteamiento de Fernando Trueba, pues prefiere lucirse en otros aspectos en que su trabajo resulta impecable (el estudio de la creación del arte, crear imágenes realmente bellas como la sesión de pintura en el lago) que no en potenciar las herramientas que tiene a su alcance para conmocionar. Lo hace al final, con un desenlace demoledor, pero ya es tarde porque el resto de la narración ha resultado demasiado distante.
Por eso a falta de mayor entidad emocional, lo más interesante y mejor trabajado del film es esa reflexión sobre el arte y su concepción. Para ello Trueba usa distintos métodos como la fotografía en blanco y negro, la relación entre artista y modelo, la creación de imágenes visualmente potentes y el juego con las sensaciones. Nada es casual y en el arte menos. Las inquietudes artísitcas del cineasta son cortadas en seco por la incursión de un personaje alemán en el tramo de película más flojo de todos, pese a sus buenos diálogos.
Pocas veces se ven una interpretación como la del magnífico Jean Rochefort, contenida, introspectiva y con sentimientos a flor de piel; su trabajo es un recital interpretativo de primer orden. Está secundado por una hipnótica y muy expresiva Aida Folch que dice mucho con poco. Y remarcable es el papel secundario de Chus Lampreave que arranca la mayoría de carcajadas en todas sus apariciones.
El artista y la modelo será tildada de tediosa y cansina en ciertos sectores, pero nada más lejos de la realidad. Tiene detrás una historia emotiva y de final conmovedor, pero con una puesta en escena que dista de sus expectativas y no alcanza el feeling necesario. En definitiva, la película mejor película de Trueba con actores en años.
Lo mejor: La reflexión del arte hecha por un doble artista (Trueba y el personaje)
Lo peor: Su desarrollo carece de la emoción que sostiene la historia y tiene el desenlace
Nota: 7
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