Uno de los estrenos de ayer viernes fue El sexo de los ángeles, la nueva película del director catalán Xavier Villaverde (Trece campanadas, Finisterre). Presentada en el reciente Festival de Málaga, logró arañar dos premios: mejor actor de reparto para Álvaro Cervantes (ex aequo junto a Àlex Monner por Els nens salvatges) y mejor fotografía. El galardonado es Rai, un chico muy pasional y magnético, que entra (del todo) en la pareja formada por Bruno y Carla, es decir, el nuevo talento Llorenç Gonzàlez y la sirena de Piratas del Caribe 4 Astrid Bergès-Frisbey.
Fui a cine con el desencanto de esperarme la enésima película de tríos, de parejas abiertas como la reciente La montaña rusa de Emilio Martínez Lázaro o Castillos de cartón de Salvador García Puig. Pero no sé si era por su reparto o por el tráiler, pero esta me apetecía más que otras propuestas semejantes. Y acerté, a medias, pero acerté. No es tópica ni banal. Tiene fondo y alma, mal llevado el relato, pero más interesante y profundo de lo que cabría esperar.
El guión parte de la idea de que en la sexualidad no hay límites, en la atracción sexual muchos menos y en el amor, pues, cada uno sitúa los suyos (y acuerda con la pareja, claro). La pareja protagonista es joven, fuerte, guapa y, se podría decir, perfecta (incluso por los excesivos celos de él). Pero las relaciones extra pareja las empieza él con él, es decir, Bruno con Rai. Ya después se une a la fiesta ella. Pero no es una fiesta del morbo por el morbo. Es una interesante reflexión acerca de la condición sexual, de la privacidad de los sentimientos, la represión de los impulsos y el amor, pero, pese a todo, se queda corta.
Todo queda diluido por dos grandes fallos en el guión. Por un lado, el desarrollo precipitado de los hechos, los cambios en los personajes son abruptos, lógicos, pero no por ello no precisan de mayor profundidad y calado. Todo ocurre rápido. Por otro lado, el guión crea tres buenos personajes (el más redondo el de Rai), pero el de Clara tiene un trampa muy maniquea con la relación de sus padres, un paralelismo absurdo e innecesario. Aún las grandes intenciones detrás de la cámara de Xavier Villaverde con una apuesta por unas escenas de sexo no explícitas ni gratuitas y sí necesarias para mostrar la realidad de esos sentimientos y juego de atracciones, su buen hacer contrasta con estas fisuras en el libreto.
El tres es el número de la perfección (la santísima trinidad), es el número que resuelve el conflico del yo con el otro. El tercero (muchas veces mal tildao de "discordia") es el que dota de equilibrio el entorno, hasta que alguno falla. Pero en El sexo de los ángeles, al menos hasta donde se nos muestra, esa es la mejor opción, la que dará felicidad a los tres, la que evitará enfrentamientos. Posiblemente, hasta que uno dijera ¡basta!; entonces, faltaría el cuarto. Este juego de tres queda recogido en dos actores masculinos que ofrecen grandes interpretaciones: Álvaro Cervantes como un nuevo todoterreno español y Llorenç Gonzàlez, una pequeña revelación que habrá que seguir de cerca.
Ahora bien, su compañera fémina realiza una flojísima y muy teatralizada interpretación. Sus diálogos suenan ridículos, falsos, parece que esté recitando un texto en una prueba de teatro. Su expresividad es nula. Sin duda, de las peores interpretaciones de este año. Ella es Astrid Bergès-Frisbey (hija de español y francesa) y ya ofreció poco en Bruc, la llegenda. El montaje recibe los fallos del guión: una acción precipitada. La música combina estupendos temas con una melodía acertada y la fotografía muestar este microcosmos de pasión y atracción con varias tonalidades cálidas.
El sexo de los ángeles no forma parte del estándarte de cine español olvidable. Es una cinta que se queda a medias, de las que duele ver lo que podría haber sido y acaba siendo, pero es admirable su vocación de huir del morbo y de la banalidad y proponer una nueva perspectiva de los sentimientos y las relaciones de pareja. Trata de la libertad y del amor, pero su atropellado desarrollo y su actriz lastran (y mucho) el resultado final.
Lo mejor: Evita, a toda costa, el morbo por el morbo
Lo peor: La teatralidad y sobreactuación de Astrid Bergès-Frisbey
Nota: 5
PD: ¿La habéis visto? ¿Os gustan las películas con ménage à trois? ¿Qué límites le ponéis al amor?
Fui a cine con el desencanto de esperarme la enésima película de tríos, de parejas abiertas como la reciente La montaña rusa de Emilio Martínez Lázaro o Castillos de cartón de Salvador García Puig. Pero no sé si era por su reparto o por el tráiler, pero esta me apetecía más que otras propuestas semejantes. Y acerté, a medias, pero acerté. No es tópica ni banal. Tiene fondo y alma, mal llevado el relato, pero más interesante y profundo de lo que cabría esperar.
El guión parte de la idea de que en la sexualidad no hay límites, en la atracción sexual muchos menos y en el amor, pues, cada uno sitúa los suyos (y acuerda con la pareja, claro). La pareja protagonista es joven, fuerte, guapa y, se podría decir, perfecta (incluso por los excesivos celos de él). Pero las relaciones extra pareja las empieza él con él, es decir, Bruno con Rai. Ya después se une a la fiesta ella. Pero no es una fiesta del morbo por el morbo. Es una interesante reflexión acerca de la condición sexual, de la privacidad de los sentimientos, la represión de los impulsos y el amor, pero, pese a todo, se queda corta.
Todo queda diluido por dos grandes fallos en el guión. Por un lado, el desarrollo precipitado de los hechos, los cambios en los personajes son abruptos, lógicos, pero no por ello no precisan de mayor profundidad y calado. Todo ocurre rápido. Por otro lado, el guión crea tres buenos personajes (el más redondo el de Rai), pero el de Clara tiene un trampa muy maniquea con la relación de sus padres, un paralelismo absurdo e innecesario. Aún las grandes intenciones detrás de la cámara de Xavier Villaverde con una apuesta por unas escenas de sexo no explícitas ni gratuitas y sí necesarias para mostrar la realidad de esos sentimientos y juego de atracciones, su buen hacer contrasta con estas fisuras en el libreto.
El tres es el número de la perfección (la santísima trinidad), es el número que resuelve el conflico del yo con el otro. El tercero (muchas veces mal tildao de "discordia") es el que dota de equilibrio el entorno, hasta que alguno falla. Pero en El sexo de los ángeles, al menos hasta donde se nos muestra, esa es la mejor opción, la que dará felicidad a los tres, la que evitará enfrentamientos. Posiblemente, hasta que uno dijera ¡basta!; entonces, faltaría el cuarto. Este juego de tres queda recogido en dos actores masculinos que ofrecen grandes interpretaciones: Álvaro Cervantes como un nuevo todoterreno español y Llorenç Gonzàlez, una pequeña revelación que habrá que seguir de cerca.
Ahora bien, su compañera fémina realiza una flojísima y muy teatralizada interpretación. Sus diálogos suenan ridículos, falsos, parece que esté recitando un texto en una prueba de teatro. Su expresividad es nula. Sin duda, de las peores interpretaciones de este año. Ella es Astrid Bergès-Frisbey (hija de español y francesa) y ya ofreció poco en Bruc, la llegenda. El montaje recibe los fallos del guión: una acción precipitada. La música combina estupendos temas con una melodía acertada y la fotografía muestar este microcosmos de pasión y atracción con varias tonalidades cálidas.
El sexo de los ángeles no forma parte del estándarte de cine español olvidable. Es una cinta que se queda a medias, de las que duele ver lo que podría haber sido y acaba siendo, pero es admirable su vocación de huir del morbo y de la banalidad y proponer una nueva perspectiva de los sentimientos y las relaciones de pareja. Trata de la libertad y del amor, pero su atropellado desarrollo y su actriz lastran (y mucho) el resultado final.
Lo mejor: Evita, a toda costa, el morbo por el morbo
Lo peor: La teatralidad y sobreactuación de Astrid Bergès-Frisbey
Nota: 5
PD: ¿La habéis visto? ¿Os gustan las películas con ménage à trois? ¿Qué límites le ponéis al amor?
Estoy muy de acuerdo contigo en tus opiniones de la película
ResponderEliminarté res a veure amb la (grandíssima) novel.la de Terenci Moix o és que els ha semblat un títol original?
ResponderEliminarRes a veure Olga. És un guió original amb el títol homònim, però no parteix de l'obra de Moix.
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