El viernes os propuse un Enigma Rosebud que consistía en unir cuatro títulos. Éstos eran Mi nombre es Harvey Milk de Gus Van Sant, La vida de los otros de Florian Henckel von Donnermarck, Sin City de Robert Rodríguez y Frank Miller (y Quentin Tarantino) y, por último, ¡Olvídate de mí! de Michel Gondry. De este modo, si uníais una palabra de cada uno, era fácil encontrar que se trataba de Mi vida sin mí, la mayor obra de toda la filmografía de Isabel Coixet. Ahora, paso a hablaros de una de las películas más importantes del cine español.
Con tres películas en su haber (Demasiado viejo para morir joven, Cosas que nunca te dije y A los que aman), la catalana Isabel Coixet estrenó en 2003 una película que se ha convertido en la favorita (o entre las 10 favoritas) de miles de espectadores en todo el mundo. La historia de Ann, una madre casada y con dos hijas, que a los 23 años le diagnostican un cáncer terminal. Dos meses. Para vivir al máximo. Para madurar. Para reconciliarse. Para amar. Para engañar. Para querer. Para cambiar. Para construir un futuro a sus seres queridos. Para morir. Para prepararse ante la muerte. Simplemente, dos meses, para vivir.
Contadas películas te dejan tan destrozado y piensas en ellas durante horas, días, semanas y meses... hasta que las vuelves a ver. Descubrí Mi vida sin mí el sábado (sí, planteé el Enigma Rosebud antes de verla), pero me dejo tan conmocionado y petrificado en el sofá que rápidamente se ha ganado un puesto entre mis películas favoritas. Remueve tus entrañas, te clava puñetazos en tu corazón, te exprime emocionalmente y te reorganiza tus pensamientos. La película se te queda en la retina de los ojos y en lo más profundo de tus sentimientos. Sencillamente, hay situaciones y pensamientos que ya no serán los mismos.
Esta gran cantidad de percepciones e implicaciones emocionales, pasan pocas veces con una película. En el último año, solo cuatro películas lo han logrado: El árbol de la vida de Terrence Mallick, Melancolía de Lars Von Trier, Arrugas de Ignacio Ferreras y, por supuesto, ésta. Más que nada, es que ésto es el gran arte. El que cautiva, el que perdura al paso del tiempo, el que conmociona sin cesar, el que llena. Isabel Coixet, una de las artistas más importantes de este país (y cineasta como pocas), construye un relato certero, extremadamente humano, artístico desde todas sus ópticas y, sobre todo, sincero. Un viaje por dos meses llenos de vitalidad, entusiasmo, amor, ternura y pasión, pero también tristeza, redenciones, pérdidas. Como digo, un viaje sincero y humano.
La directora de la infravalorada Mapa de los sonidos de Tokyo parte de un cuento de Nancy Kinkaid para narrar este viaje con uno de los personajes femeninos más importantes de la historia del cine. Diálogos realistas y cotidianos, situaciones que funcionan con precisión milimétrica, relaciones creíbles y un desarrollo de emoción in crescendo erigen el guión de Coixet en uno de los mayores guiones de la década pasada. Así pues, no es una simple historia de una mujer con cáncer, sino una profunda reflexión sobre como afrontar la muerte, sobre el paso del tiempo, las mentiras, la búsqueda de un nuevo rumbo y sobre el sentido de la vida. No hay artificios, ni pretensiones. Hay verosimilitud y credibilidad.
Buena parte del relato se sustenta en Sarah Polley, una actriz brillante en la mejor interpretación de su carrera. Su calidez y mirada conforman un mosaico de emociones pocas veces visto. Ella lleva el peso del film con una naturalidad tan fresca y creíble como la vida misma. Un trabajo interpretativo increíble. Ella ofrece escenas para el recuerdo: su encuentro con su padre preso, las dos conversaciones con el médico (de lo mejor del film), la despedida con Mark Ruffalo o la grabación de los mensajes para las hijas. Todas y cada una de las escenas emocionan. De hecho, desde la escritura de las "cosas que hacer antes de morir", las lágrimas no se despegan de los ojos. Las reflexiones en off son pura adrenalina emocional.
Mi vida sin mí significa cosas distintas para mucha gente. Para mí, es pronto decir el que. Solo hace 48 horas que la vi por primera vez. Lo que tengo claro es que pocas cintas son capaces de tanto con tan poco. Pocas cintas emocionan tanto con tanta naturalidad y sinceridad a sus espaldas. Pocas cintas tienen una actriz tan entregada como Polley. Pocas cintas son llevadas a cuestas por una cineasta de verdad (con todo lo que implica) como Isabel Coixet.
Mi vida sin mí es arte, Isabel Coixet una artista de cabo a rabo.
PD: Fastidia que perdiera en los Goya ante Te doy mis ojos de Icíar Boallín, otro peliculón. Cuesta decidirse, pero me quedaría con la de Coixet pese a todo. ¿Con cuál os quedáis? ¿Qué os parece el cine de Coixet? ¿Qué significa para vosotros Mi vida sin mí?
Contadas películas te dejan tan destrozado y piensas en ellas durante horas, días, semanas y meses... hasta que las vuelves a ver. Descubrí Mi vida sin mí el sábado (sí, planteé el Enigma Rosebud antes de verla), pero me dejo tan conmocionado y petrificado en el sofá que rápidamente se ha ganado un puesto entre mis películas favoritas. Remueve tus entrañas, te clava puñetazos en tu corazón, te exprime emocionalmente y te reorganiza tus pensamientos. La película se te queda en la retina de los ojos y en lo más profundo de tus sentimientos. Sencillamente, hay situaciones y pensamientos que ya no serán los mismos.
Esta gran cantidad de percepciones e implicaciones emocionales, pasan pocas veces con una película. En el último año, solo cuatro películas lo han logrado: El árbol de la vida de Terrence Mallick, Melancolía de Lars Von Trier, Arrugas de Ignacio Ferreras y, por supuesto, ésta. Más que nada, es que ésto es el gran arte. El que cautiva, el que perdura al paso del tiempo, el que conmociona sin cesar, el que llena. Isabel Coixet, una de las artistas más importantes de este país (y cineasta como pocas), construye un relato certero, extremadamente humano, artístico desde todas sus ópticas y, sobre todo, sincero. Un viaje por dos meses llenos de vitalidad, entusiasmo, amor, ternura y pasión, pero también tristeza, redenciones, pérdidas. Como digo, un viaje sincero y humano.
La directora de la infravalorada Mapa de los sonidos de Tokyo parte de un cuento de Nancy Kinkaid para narrar este viaje con uno de los personajes femeninos más importantes de la historia del cine. Diálogos realistas y cotidianos, situaciones que funcionan con precisión milimétrica, relaciones creíbles y un desarrollo de emoción in crescendo erigen el guión de Coixet en uno de los mayores guiones de la década pasada. Así pues, no es una simple historia de una mujer con cáncer, sino una profunda reflexión sobre como afrontar la muerte, sobre el paso del tiempo, las mentiras, la búsqueda de un nuevo rumbo y sobre el sentido de la vida. No hay artificios, ni pretensiones. Hay verosimilitud y credibilidad.
Buena parte del relato se sustenta en Sarah Polley, una actriz brillante en la mejor interpretación de su carrera. Su calidez y mirada conforman un mosaico de emociones pocas veces visto. Ella lleva el peso del film con una naturalidad tan fresca y creíble como la vida misma. Un trabajo interpretativo increíble. Ella ofrece escenas para el recuerdo: su encuentro con su padre preso, las dos conversaciones con el médico (de lo mejor del film), la despedida con Mark Ruffalo o la grabación de los mensajes para las hijas. Todas y cada una de las escenas emocionan. De hecho, desde la escritura de las "cosas que hacer antes de morir", las lágrimas no se despegan de los ojos. Las reflexiones en off son pura adrenalina emocional.
Mi vida sin mí significa cosas distintas para mucha gente. Para mí, es pronto decir el que. Solo hace 48 horas que la vi por primera vez. Lo que tengo claro es que pocas cintas son capaces de tanto con tan poco. Pocas cintas emocionan tanto con tanta naturalidad y sinceridad a sus espaldas. Pocas cintas tienen una actriz tan entregada como Polley. Pocas cintas son llevadas a cuestas por una cineasta de verdad (con todo lo que implica) como Isabel Coixet.
Mi vida sin mí es arte, Isabel Coixet una artista de cabo a rabo.
PD: Fastidia que perdiera en los Goya ante Te doy mis ojos de Icíar Boallín, otro peliculón. Cuesta decidirse, pero me quedaría con la de Coixet pese a todo. ¿Con cuál os quedáis? ¿Qué os parece el cine de Coixet? ¿Qué significa para vosotros Mi vida sin mí?
A mi también me emocionó fuertemente. Es de las películas que te dejan hecho trizas. Por mi parte suerte que me desfogo llorando como una descosida.
ResponderEliminarDe Isabel Coixet también me gustó mucho La vida secreta de las palabras.
La primera Coixet que vi fue Cosas que nunca te dije, un año después de su estreno, y me impresionó profundamente (tanto que me sé parte de los dialogos de memoria). A partir de ese momento, he ido siguiendo todos los trabajos de esta directora catalana y algunos me han seguido emocionando (sobre todo Mi vida sin mi o su maravilloso corto en Paris, je t'aime) y otros no tanto, pero ninguna película me ha causado la misma impresión que su segundo trabajo. Creo que es la más honesta, solida, original y "coixetiana" de todas con diferencia.
ResponderEliminarPor cierto, os invito a tod@s a mi actualización-debate ¿cuando las princesas se fortalecen los príncipes se amendrugan? http://www.ifyouneedmewhistle.blogspot.com.es/2012/04/cuando-las-princesas-se-fortalecen-los.html
;)
Un saludo coixetiano ***
Adoro a Isabel Coixet, siempre voy a ver sus películas al cine, desde que vi Cosas que nunca te dije me cautivó, los temas, los actores, los guiones, la fotografía, una directora maravillosa.
ResponderEliminarCuando vi Mi vida sin mi no pare de llorar durante toda la película (Cosa que me encanta) y La Vida Secreta de las Palabras me parece maravillosa, las tres son historias de superación.
En definitiva, Isabel Coixet es de las pocas directoras que hace arte y no cine comercial y se agradece ver sus películas.
Totalmente de acuerdo con todo lo que has escrito...y sin duda me quedo con Coixet!!!! No me cansaré nunca de ver esta película, de hecho, de vez en cuando "necesito" verla para despertar...
ResponderEliminarSaludos!!