domingo, 8 de abril de 2012

'Grupo 7', retrato de una sociedad podrida

Este miércoles llegó a nuestras salas el último trabajo de Alberto Rodríguez (director de la laureada 7 vírgenes y la reciente After). Se ha convertido en la película española más amada por la crítica del momento (y eso que la estupenda Extraterrestre de Nacho Vigalondo y la bizarrada enorme de [REC] 3: Génesis también han gustado mucho) y no es para menos. Un thriller policíaco centrado en un grupo de agentes destinados a combatir el narcotráfico en el centro de Sevilla ante los preparativos de la Expo mundial de 1992. Este Grupo 7 está encabezado por Mario Casas y Antonio de la Torre.



La película abarca un lustro, de 1987 a 1992, con la ciudad de Sevilla preparándose para acoger la Expo del 92. Una urbe antigua que debe modernizarse. Sus calles están llenas ocupadas por la droga y la prostitución (también las del centro). Objetivo: limpiarlas. ¿De qué? De lo que moleste a las autoridades, no lo que mejore a la sociedad y la haga prosperar. Tan solo aquello que sirva para lavar la imagen de la ciudad a corto plazo para el acontecimiento internacional. Así pues, este es un thriller policíaco donde la crítica a las instituciones y a la situación social es mucho más explícita que en otro gran título de género español reciente, el No habrá paz para los malvados de Enrique Urbizu.

El director Alberto Rodríguez construye uno de los mayores thrillers del cine español con una narración precisa, trepidante y con ecos del Paul Greengrass de sus dos Bourne (esa persecución de Mario Casas por los tejados de Sevilla). Una muestra del talento de este autor que combina cine de entretenimiento con las convenciones del género y la profundidad requqerida. Su sentido del espectáculo es fantástico y crea varias escenas que lo compenden todo: la humillación de los policias, la comunión del hijo de uno de ellos o la vista del cartel con la pintada. Es una labor poco arriesgada, convencional, pero con una brillante vocación de rodar un cine español con aspiraciones de taquilla con una calidad detrás muy notable.

El director andaluz se apoya en un guión modélico: buenos personajes, profundidad dramática, investigación policial in crescendo, desarrollo loable y espacio para la crítica social y política. Tres policias de métodos poco éticos y un joven aspirante a ser agente se ven envueltos en esta espiral de drogas, tráfico de influencias, prostitución, barrios marginales y, como no, ambiciones y lavados de imagen políticos. Posiblemente nada sea nuevo, pero todo está narrado con una intensidad y el relato tiene tanta fuerza que Grupo 7 tiene poco de déjà vu y más de emoción y adrenalina.  Los personajes tienen un contexto fácil y tópico (relación mujer que se estropea, muerte de un ser querido que se arrastra), pero, pese a eso, resultan creíbles y sus vicisitudes contagian al espectador de emoción y tensión. Aunque los traumas del persone de de la Torre suenan demasiado y no acaban de tener un calado suficiente y la relación entre Casas-Cuesta (seguramente por la edad) no acaba de cuajar en su escenificación. Ahora bien, el desenlace de ambos personajes es tan demoledor como acertado.

Ahora bien, no es un simple thriller policíaco con trasfondo de personajes. Es mucho más. Un retrato visceral de la sociedad española de esos años, una crítica política al funcionamiento, una desnudez de los bajos fondos urbanos. Una radiografía de una sociedad podrida en la que el darwinismo impera y el abuso de poder más todavía.Todo el metraje se arropa en un montaje espléndido que otorga un ritmo trepidante al film, dejando fragmentos de auténtico drama, sincero y engranando perfectamente una historia con varios frentes y las microhistorias de los policías. La música, excelente, mantiene en todo momento un segundo plano (muy) necesario para dotar el relato de mayor dinamismo y calado emocional.


En el terreno interpretativo destaca un superlativo Antonio de la Torre que se consolida como uno de los mejores actores españoles de todos los tiempos. Su versatilidad y mimetismo son alucinantes y aquí se come con patatas a todos sus compañeros. Incluida la estrellita hollywoodiana española: Mario Casas, actor limitado, que saca lo mejor de sí, siendo suficiente para el personaje, pero con un resultado lejos de lo que podría haber hecho otro actor. Joaquín Núñez y José Manuel Poga son la caña, Inma Cuesta está magnífica, pero si destaca un secundario es Julián Villagrán. Su personaje de yonqui es antológico y los matices de este actor son merecedores (desde ya) de un Goya al mejor actor de reparto.

Grupo 7 demuestra que con poco, puede hacerse mucho. Pone de manifiesto la buena salud del cine español en este primer trimestre del año (sobre todo marzo) con un thriller muy notable, de gran factura y con un trasfondo crítico y de retrato social estupendo. Sonará, pero entretendrá y sorprenderá.

Lo mejor: Antonio de la Torre y su carga crítica

Lo peor: Algunas facetas de los personajes no acaban de cuajar

Nota: 8




PD: ¿Qué os ha parecido? ¿La tenéis en mente para los próximos Goya?


1 comentario:

  1. Gran reseña. Coincidimos con vosotros en muchos aspectos. Aquí os dejamos nuestro post: http://twiycine.blogspot.com.es/2012/04/grupo-7-el-no-habra-paz-para-los.html

    La verdad es que es un placer compartir gustos cinéfilos con vostros. Un saludo

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