Ya sea por sus campañas de promoción, por su pase en el Festival de Sundance (poniendo la pizca de cine español), por sus tweets en la red social o porque Buried (Enterrado) gustó tanto, pero la cuestión es que cada nueva película de Rodrigo Cortés ya es un fenómeno cinematográfico en toda regla. Si le sumamos que está vez su rodaje en Barcelona incluyó traer a estrellas como Robert de Niro y Sigourney Weaver la espera y el interés se multiplican. El resultado es sólido, entretenido, pero desangelado. Me explico.
Uno de los primeros errores de Luces rojas, pero éste no la hace peor, es que se ha vendido como película de terror, al menos, su teaser al espectador menos informado, puede darle esa sensación con no pocos motivos. Así que en cada sesión hay espectadores, confundidos, que encima no conectan con la propuesta y quedan más decepcionados que los que queríamos ver un gran thriller sobrenatural de la mano del gran director de la maravillosa Buried (Enterrado). Es lo que ocurre con todas y cada de las películas del maestro M. Night Shyamalan y, no por casualidad, el nuevo trabajo de Rodrigo Cortés tiene muchos parecidos con su cine: trama sobrenatural, desenlace con giro argumental, y trasfondo.
Luces rojas atrapa desde un primer momento: la intriga y la tensión se apoderan de uno mismo. La atmósfera es expresamente propicia a ello. Las investigaciones de los personajes de Murphy y Weaver crecen como un thriller policíaco, hasta tienen algo del Hitchcock de la Guerra Fría. Poco a poco, todo desemboca hacia el thriller sobrenatural del director de El protegido. Rodrigo Cortés realiza una estupenda puesta en escena, demostrando una vez más su habilidad con la cámara y su capacidad para lograr que el espectador quede absorbido por la trama. Hasta aquí todo bien.
El problema llega en el guión, escrito en esta ocasión por él mismo. Para empezar, encontramos a unos personajes bastante tópicos, bien construidos y desarrollados, pero demasiado manidos y se puede entrever fácilmente que decisiones tomarán y cual es su devenir. La carga emocional con ellos es inexistente y podría gozar de mayor calado para conectar, ya del todo, con la historia. Digamos que uno queda atrapado por la superficialidad de la historia, pero no con el fondo de ésta. Y, como ya he apuntado, pese a que la historia arranca de forma brillante y tiene un desarrollo milimétrico, el final, más que nada su giro argumental facilón por así decirlo, resulta muy decepcionante.
Ahora bien, el guión guarda una gran baza, no sea que a los cinéfilos se les ahogue la fiesta. Su discurso metafísico, sus tintes de ciencia ficción hacia las reflexiones sobre el conocimiento humano, la relación entre la razón y la experiencia científica. Hay momentos estelares en cuanto a diálogos se refiere como el programa de televisión en que participa la profesora protagonista o el duelo final entre De Niro y Murphy. Esta vertiente puede alejar a espectadores que buscan un entretenimiento puro y duro, pero, la realidad, es que es lo mejor de la película. De ahí, que este guión sea, desgraciadamente, irregular: tiene un gran punto de partida y un estupendo trasfondo, pero falla en su final y sus personajes.
De lo más llamativo que tiene Luces rojas es su reparto y más teniendo en cuenta que es una película eminentemente española, exceptuando al grupo de actores. La dama de la ciencia ficción, una impresionante Sigourney Weaver, uno de los mejores actores de todos los tiempos, Robert de Niro en un brillante papel secundario, una estrella en alza, el correcto Cillian Murphy y la joven promesa del año, una desaprovechada Elisabeth Olsen (hermana de las populares gemelas). Antes os hablaba de la atmosfera tan bien lograda, gracias al buen hacer de Cortés, pues bien el resultado no sería tan perfecto sin dos nombres. Xavi Giménez en la fotografía (Ágora, Frágiles) con un uso del claroscuro muy acertado y, por supuesto, Víctor Reyes, el compositor español más infravalorado del momento, vuelve con una partitura inmensa, con los tópicos del género, pero con entidad propia.
Con Luces rojas, el director español ha querido emular a M. Night Shyamalan y hasta a Christopher Nolan, y la ecuación obtiene un resultado irregular. Se sale a medias. Tiene un giro argumental que cambia la concepción hacia el film: la hace efectista, entretenidísima, reflexiva y decepcionante. No es la gran película que se espera que sea ni la que el director pretende elaborar, pero tampoco es una mala película. Hay que verla, disfrutarla y saborear sus puntos fuertes que, por suerte, no son pocos.
Lo mejor: Su vertiente de debate filosófico
Lo peor: El abuso de efectismo pasa factura en su final decepcionante
El problema llega en el guión, escrito en esta ocasión por él mismo. Para empezar, encontramos a unos personajes bastante tópicos, bien construidos y desarrollados, pero demasiado manidos y se puede entrever fácilmente que decisiones tomarán y cual es su devenir. La carga emocional con ellos es inexistente y podría gozar de mayor calado para conectar, ya del todo, con la historia. Digamos que uno queda atrapado por la superficialidad de la historia, pero no con el fondo de ésta. Y, como ya he apuntado, pese a que la historia arranca de forma brillante y tiene un desarrollo milimétrico, el final, más que nada su giro argumental facilón por así decirlo, resulta muy decepcionante.
Ahora bien, el guión guarda una gran baza, no sea que a los cinéfilos se les ahogue la fiesta. Su discurso metafísico, sus tintes de ciencia ficción hacia las reflexiones sobre el conocimiento humano, la relación entre la razón y la experiencia científica. Hay momentos estelares en cuanto a diálogos se refiere como el programa de televisión en que participa la profesora protagonista o el duelo final entre De Niro y Murphy. Esta vertiente puede alejar a espectadores que buscan un entretenimiento puro y duro, pero, la realidad, es que es lo mejor de la película. De ahí, que este guión sea, desgraciadamente, irregular: tiene un gran punto de partida y un estupendo trasfondo, pero falla en su final y sus personajes.
De lo más llamativo que tiene Luces rojas es su reparto y más teniendo en cuenta que es una película eminentemente española, exceptuando al grupo de actores. La dama de la ciencia ficción, una impresionante Sigourney Weaver, uno de los mejores actores de todos los tiempos, Robert de Niro en un brillante papel secundario, una estrella en alza, el correcto Cillian Murphy y la joven promesa del año, una desaprovechada Elisabeth Olsen (hermana de las populares gemelas). Antes os hablaba de la atmosfera tan bien lograda, gracias al buen hacer de Cortés, pues bien el resultado no sería tan perfecto sin dos nombres. Xavi Giménez en la fotografía (Ágora, Frágiles) con un uso del claroscuro muy acertado y, por supuesto, Víctor Reyes, el compositor español más infravalorado del momento, vuelve con una partitura inmensa, con los tópicos del género, pero con entidad propia.
Con Luces rojas, el director español ha querido emular a M. Night Shyamalan y hasta a Christopher Nolan, y la ecuación obtiene un resultado irregular. Se sale a medias. Tiene un giro argumental que cambia la concepción hacia el film: la hace efectista, entretenidísima, reflexiva y decepcionante. No es la gran película que se espera que sea ni la que el director pretende elaborar, pero tampoco es una mala película. Hay que verla, disfrutarla y saborear sus puntos fuertes que, por suerte, no son pocos.
Lo mejor: Su vertiente de debate filosófico
Lo peor: El abuso de efectismo pasa factura en su final decepcionante
PD: ¿Habéis encontrado el final tan decepcionante? ¿Qué es lo que más os ha gustado de la película?
Gran entrada, coincido plenamente contigo:
ResponderEliminarMenuda decepción. Tramposa y efectista.
http://twiycine.blogspot.com/2012/03/luces-rojas-y.html