En Cinema Lights nos encanta la lasaña. También somos fans de Garfield quien, a su vez, adora la lasaña. Ahora bien, si hay algo con lo que no estamos de acuerdo con este famoso gato es con su odio a los lunes. ¿Qué mejor que un lunes para traer la solución al Enigma Rosebud? El viernes os proponíamos un juego de unión de imágenes. Eran cuatro fotogramas de cuatro películas distintas: la primera, la piedra que lanza Hércules en la canción "No importa la distancia"; la segunda, el beso apasionado de Ewan McGregor y Nicole Kidman en Moulin Rouge; la tercera, Mark Addy con un gnomo de jardín en The Full Monty; y finalmente, la cuarta, la tira de fotos que Julie Andrews y Anne Hathaway se hacen en Princesa por sorpresa. Tenemos, pues, los círculos que crea la piedra al lanzarla, el Moulin Rouge, el gnomo y el fotomatón. Sumamos estas cuatro ideas y, como muy bien habéis dicho en vuestros comentarios, ¡estamos hablando de Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001)!
Una película hay que vivirla, sentirla. No importa el género ni el idioma; tiene que generarnos una emoción, sea por simpatía con algún personaje, por nostalgia del pasado, deseos reprimidos, descarga de adrenalina, reflexión sobre el presente o futuro, etc. Las veces en que esto sucede, la sensación de satisfacción al salir del cine es indescriptible -he ahí uno de los porqués de llamarlo séptimo arte-. Pero lo mejor de todo es que cada persona se emociona con ideas, personajes, situaciones e historias distintas. Así pues, una película como Amélie, siendo "especial" uno de los adjetivos que mejor la define, puede gustar o desagradar mucho. Personalmente hablando, Amélie es una de estas películas llenas de emoción y encanto que nos hacen disfrutar del cine.
Así como Kandisnky representaba la música a través de sus pinturas, Amélie es un sueño, la felicidad plasmada en imágenes. Pero antes que eso, la película de Jeunet es simple y genuinamente un cuento, una fabulosa historia sobre una chica que, por miedo a que se le rompa el corazón, se olvida de vivir. En lugar de arreglar su vida, se dedica a solucionar la de los demás a través de juegos y enigmas. Pero la pregunta es: ¿consigue ayudarlos? ¿consigue hacerlos felices? ¿son estos pequeños detalles, la felicidad? Y digo yo: ¿y porqué no? La felicidad tendrían que ser los colores que ve el ciego con simplemente ayudarlo a cruzar la calle y contarle todo lo que pasa a su alrededor, tendrían que ser la carrera de ciclistas que ve el hombre de cristal que no puede salir de casa, o las canicas que hacen de puente con un pasado ya muy lejano pero no olvidado. Es de estos pequeños preciosos momentos de donde sale ese concepto tan abstracto que conocemos -intentamos entender como felicidad.
Pero volvamos a Amélie, interpretada por una magistral y nunca mejor Audrey Tatou. Mademoiselle Poulin es un personaje complejo y redondo que evoluciona a lo largo de la película hasta perder, finalmente, ese miedo a vivir. Hasta llegar a ese punto, la soledad de Amélie contrasta con la felicidad que consigue para los demás. Su personaje conmueve tanto o más que los desdichados personajes a los que ella ayuda, y no solo por esa fragilidad que la envuelve como si fuera una muñeca de porcelana, sino también por esas ganas de amar y ser querida, por su inocencia y por la ilusión con que rige su vida -la ilusión no es solo para los niños, nos enseñan Amélie y Nino (Mathieu Kassovitz)-.
Así pues, Le fabuleux destin d'Amélie Poulin es fantasía, romanticismo e ilusión, una explosión de sentimientos y emociones que no hay que perderse y en la que ayudan la dirección de Jeunet y el montaje pero, sobre todo, la fotografía y la música. La fotografía de Bruno Delbonnel, a base de tonos verdes, rojos y amarillos, al igual que la ya inmortal música de Yann Tiersen -que por cierto, fue la segunda opción de Jeunet después de Michael Nyman- son parte indispensable de este todo fantástico: una de las mejores películas de factoría francesa hasta la fecha (ahora hay que sumarle The Artist) y que en 2001 consiguió numerosos reconocimientos, entre ellos 5 nominaciones al Oscar (guión original, dirección artística, fotografía, sonido y película extranjera) y 4 premios César (mejor película, mejor director, mejor banda sonora y mejor diseño de producción).
Os dejo, cómo no, con el fabuloso tema principal, escrito especialmente para la película, "La valse d'Amélie":
P.D. Y hablando de cine francés, os animamos a participar en la nueva encuesta del blog: ¿qué película taquillera francesa os gusta más?
Amélie es el prototipo de una película encantadora.
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