Junto al huracán de Los juegos del hambre, la cartelera española se renovó la semana pasada con varias propuestas de cine de autor. Una de ellas fue al rumana Si quiero silbar, silbo del debutante Florin Serban. La película tuvo una larga y fructífera trayectoría en varios festivales, alzándose con el Gran Premio del Jurado del Festival de Berlín en 2010 y una nominación a los Premios del Cine Europeo al mejor actor.
Dos escenas. A veces, con una película, basta con ello. Y con la nueva sensación del cine rumano es más que posible. Odio, tristeza, rabia, desprecio, pero también amor y cariño. Un cúmulo de sentimientos, una vorágine de sensaciones. Punzantes y directas. Sin aplomo. Tajantes. Secas. Cargadas de autenticidad y realismo.
¿Una película puede sustentarse por un par de momentos? ¡Y tanto! Pero este Si quiero silbar, silbo es, además, bastante más que eso. Justamente, esa autenticidad es un pilar fundamental, presente en sus noventa minutos, dota al film de mayor fortaleza y entereza y la aleja de los caminos más sentimentales. Parte de esta laboriosa tarea recae en su actor protagonista, el joven debutante George Pistereanu que desempeña una interpretación soberbia, repleta de matices y con una mirada penetrante. A su lado, varios de los reclusos son internos reales del centro de menores. Solo por esa razón, la película ya es más que arte.
Es el trabajo de un cineasta que siente, muy profundamente, la historia que quiere narrar. Y se quiere acercar tanto a la realidad, que conecta con ella, la usa. La historia es ficticia, pero el fondo y el envoltorio no. Con estos términos, rescato la idea que expuse en la crítica de A better life: hay películas que son más o menos según tus motivaciones, preocupaciones en la vida y según tu ideología. Ésta es una de ellas. En definitiva, se englobaría a lo tildado de cine social (determinación absurda donde las haya). La película abarca la exclusión social, el fracaso del modelo de educación actual, las familias disfuncionales (límites, porque serlo, lo son todas), el régimen en los centros de menores y, alejándose de los ítems sociales, también acerca el paso del mundo adolescente al adulto y la lucha por la libertad en un formato de (casi) tragedia.
El final de Si quiero silbar, silbo conduce al espectador a un estado de extenuación, de empatización máxima con el protagonista con la esperanza desgarrada y desemembrada de un desenlace no prescrito ni consecuente. Pero Silviu opta por un camino extremo que impedirá alcanzar la luz al final del túnel. La oscuridad gana por las medidas (demasiado) desesperadas por las cuales opta el joven rumano. Ahora bien, no todo el relato tiene la misma contundencia, hay altibajos de intensidad en que la cinta discurre con una carencia importante de emoción y garra. Y ahí es donde radica el gran error de la película, su director Florin Serban no encuentra el tono y no acaba de manejar con entereza la historia en su totalidad. Lo más acertado de la puesta en escena de Serban es su planteamiento a lo Gus Van Sant con la cámara siguiendo los pasos del protagonista.
Si quiero silbar, silbo es una cinta notable, irregular en su planteamiento, pero perfecta en su campo. Y sí, tiene dos escenas que valen más que muchas de las películas que hay actualmente en cartel (y, posiblemente, sean lo mejor de los estrenos del pasado viernes). Solo por el protagonista, la historia y la potencia de su desenlace ya es una cita imprescindible.
Lo mejor: Los dos duelos materno-filiales
Lo peor: Su tono no es el adecuado
Nota: 7
PD: ¿La habéis visto? ¿Qué os ha parecido?
Si quiero silbar, silbo es una cinta notable, irregular en su planteamiento, pero perfecta en su campo. Y sí, tiene dos escenas que valen más que muchas de las películas que hay actualmente en cartel (y, posiblemente, sean lo mejor de los estrenos del pasado viernes). Solo por el protagonista, la historia y la potencia de su desenlace ya es una cita imprescindible.
Lo mejor: Los dos duelos materno-filiales
Lo peor: Su tono no es el adecuado
Nota: 7
PD: ¿La habéis visto? ¿Qué os ha parecido?
Me ha encantado! muestra muy bien el funcionamiento y el ambiente que se respira en un C. de menores (los de aquí son más modernitos porque España es especialista en hacer negocio con el sufrimiento y la miseria humana; armamento, bombas, prisiones...) y todo para perpetuar un modelo de poder, miedo y odio corrupto.
ResponderEliminarDicho esto... la recomiendo mucho!