lunes, 26 de noviembre de 2012

'Salvador (Puig Antich)', de la revolución a la injusticia - El Enigma Rosebud, solución

Poco duró el Enigma Rosebud de esta semana sin resolver. Como bien acertó Ryo Hazuki, se trata de Salvador (Puig Antich), cuya fotografía corresponde a las últimas imágenes del film cuando el relato del último sentenciado a muerte por el franquismo llega a su punto y final y es asesinado en el garrote vil. La historia fue llevada al cine en 2006 por Manuel Huerga, director (y tintinólogo) catalán, con un guión escrito por Lluís Arcarazo (guionista de culebrones de TV3, entre ellos, El cor de la ciutat, el más longevo) y protagonizado por Daniel Brühl, actor de raíces germanas y catalanas.



Imágenes del franquismo (el propio dictador, símbolos del régimen) contrapuestos a imágenes de la resistencia del Front Nacional de Catalunya. Luego imágenes de revoluciones: hippies por el Vietnam, Luther King por la segregación racial, Che... Así empieza el film, y la primera hora es la crónica de una revolución social, como todas las presentadas en los créditos iniciales. La segunda mitad del film es una crónica de una injusticia, de un crimen impune en este país como tantos otros. Así que en los créditos finales, con la brillante canción I si canto trist de Lluís Llach, aparecen imágenes de otras injusticias acontecidas de 1974 hasta el día de hoy: el 11S, Guantánamo, las intifadas de Gaza, la guerra del Golfo, el 11M, la guerra de Kosovo, la CPE francesa... El ser humano no cambia, así pues, el sistema menos. La sociedad, ni os digo.

De este modo, la película se erige como una denuncia universal a cualquier injusticia, no es ningún retrato de las dos Españas como en cintas engañosas como La voz dormida o Las 13 rosas. Es, además un thriller político de alto voltaje en su primera parte: con un largo y frenético flashback para contarnos como se llega a la detención de Puig Antich. Entonces todo se convierte en un drama familiar y social sobre la desesperación de lo inevitable y un canto a la libertad frente a la represión. Huerga construye el relato con un estupendo posicionamiento, con gran pulso narrativo y huyendo de terrenos moralistas.


Arcarazo en el guión acierta a medias, curiosamente el único Goya que ganó la cinta fue éste por culpa de otras dos brillantes obras: Volver y El labertino del fauno. El personaje del funcionario de prisiones  interpretado por un solvente Leonardo Sbaraglia, es muy maniqueo y moralista, craso error para una historia de tanta envergadura. Fuera de eso, el guión funciona en un desarrollo excelente de los hechos acontecidos y el personaje de Salvador tiene un loable trabajo de introspección (relaciones familiares, amorosas, dudas internas y decisiones políticas).

Salvador Puig Antich tiene un acabado formal impecable gracias a la vibrante, melancólica y trágica música de Lluís Llach; al vertiginoso montaje (en el tramo final cobra mucha fuerza); y una fotografía tosca y romántica, fiel a esos tiempos grises que destrozaban vidas. El trabajo actoral se sustenta en el magnífico trabajo de Daniel Brühl, pero está arropado por un elenco secundario redondo en que algunos tienen una breve, pero intensísima aparición (Dechent, Climent...).


El tramo final de este film es irrepetible: emociones contenidas que se desatan, mandíbulas titubeantes, ojos empañados en lágrimas, rabia sacada a puñetazos en el corazón, petrificación total en la butaca y una sensación de impotencia que resquebraja el alma de cualquier espectador. De las veces que un servidor ha llorado más en el cine. Y no en vano: cinematográficamente está genuinamente logrado (sin artificios sensibleros, es más, ausencia de música grandilocuente en el tramo final) y extracinematográficamente cala profundamente en el público progresista, luchador de un mundo mejor.

Salvador Puig Antich tuvo una gran acogida en Cannes, en Catalunya y en el conjunto del Estado (obtuvo 11 nominaciones a los Goya y ganó uno). Han pasado los años y la veo un poco olvidada. Se merece figurar como una de las mejores películas del cine reciente español y como una de las cinco mejores películas sobre la injusticia del séptimo arte. Un servidor, nunca la olvidará.

PD: Inevitablemente, terminar con la canción I si canto trist de Lluís Llach, versionada para la película, pero de creación propia en 1974 para condenar la pena de muerte de Puig Antich.

1 comentario:

  1. Coincido totalmente contigo Alain, el final de Salvador con la música de Lluís Llach de fondo es una de las escenas más emotivas que he visto en el cine español. Como bien dices, de lágrimas en los ojos, de rabia contenida y de impotencia ante tan gran injusticia.

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