Un mercader arruinado y sus seis hijos deben abandonar todo lujo y trasladarse a vivir al campo. Desesperado por las pérdidas en su hacienda, un día, al volver a casa tras un largo viaje, el mercader se pierde en el bosque y llega a un castillo abandonado. Allí se las verá con una temible bestia que quiere apresarlo para siempre. Solo su hija pequeña, Bella, saldrá en su ayuda y se cambiará por su padre, convirtiéndose así en prisionera e invitada de un personaje que esconde más de un secreto detrás de su monstruoso aspecto.
Cuento de hadas tan viejo como el tiempo. Como tal, la historia de La bella y la bestia ha pasado por mil y una adaptaciones, interpretaciones y puestas en escena. Muchos recordarán la versión que en 1946 hiciera el realizador francés Jean Cocteau. Una servidora, por otra parte, nunca podrá olvidar la que en 1991 llevaron a la gran pantalla Gary Trousdale y Kirk Wise para la factoría Disney, con música de Alan Menken y letras de Howard Ashman. Las comparaciones son odiosas, sí, pero con tales dos ejemplos en mente, es prácticamente imposible... (continuar leyendo)
Lo mejor: la fotografía, la ambientación y el vestuario.
Lo peor: pasarse toda la película esperando que salgan Lumiere, Din Don y la señora Potts.
Nota: 6
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