Hoy os traigo otro de mis Enigma Rosebud pendientes, también del 2012, el del día 13 de octubre en plena temporada del Festival de Sitges y en los días previos al estreno de Lo imposible. Para ello, quise hablar de la ópera prima de J. A. Bayona que, como sabéis, es El orfanato. Para acertar el film teníais que descifrar qué actores se referían cinco afirmaciones y las respuestas eran: Belén Rueda (por la serie Periodistas y Los Serrano), Geraldine Chaplin (por ser hija de Charles Chaplin, protagonista de El gran dictador), Mabel Rivera (por su rol en Lobos de Arga), Roger Príncep (por sus papeles en Los girasoles ciegos y Pájaros de papel) y Montserrat Carulla (su papel protagonista en Feliz año, abuela).
Obtuvo una acalorada acogida en el Festival de Cannes donde, se cuenta, fue aplaudida durante varios minutos y, más cerca, en el Festival de Sitges se repitió el resultado. El público en general respondió estupendamente y El orfanato se convirtió en uno de los títulos más taquilleros de la historia del cine español, algo que el propio J. A. Bayona se ha encargado de superar con la notable Lo imposible. ¿Qué hizo para su primera película? Demostrar su gran talento como narrador con el lenguaje del gran cine comercial (digno heredero de Spielberg y sucesores) y dar canta de presentación a una generación de grandes artistas del mundo del cine: Sergio G. Sánchez (guión), Fernando Velázquez (música), Óscar Faura (fotografía) o Elena Ruiz (montaje).
El director catalán, que debutó con este film, juega con los lugares comunes del género con suma inteligencia (casa abandonada, niños, tormentos del pasado, ruidos tras las puertas, leyendas...). Bayona construye un sólido drama familiar sobre la base del cine de terror más espeluznante y aterrador de los últimos años: su capacidad narrativa es portentosa y mediante la sutileza y los efectos -nunca gratuitos- hilvana la historia con un ritmo trepidante en que no decae en ningún momento. Su única mala costura es la decisión final, sus últimos quince segundos: una escena torpe, reiterativa y con un subrayado propio de aquel que toma al espectador por idiota. Ahora bien, su realización en escenas como la de la playa -el mayor clímax de la cinta- o el pica pared son de una calidad incontestable.
La película, producida por Guillermo del Toro, casa a la perfección con el universo del director de El laberinto del fauno. No es una película de terror simplemente. De hecho, me gusta más mirarla como una historia de fantasía sobre una madre y un hijo perseguidos por el pasado, con reminiscencias peterpanescas y como obsesión por el amor materno-filial. Este punto central del film es el que permite construir ese final tan emotivo, cargado de buenas intenciones -exceptuando, insisto, los últimos quince segundos- y con el que es imposible no dejarse llevar. Varias de la situaciones están apoyadas sobre la excelente música de Fernando Velázquez, una partitura dotada de varios temas propios del terror y otros del drama. Trabajo redondo.
Ahora bien, si hay un nombre que sobresale en El orfanato es el de Belén Rueda, ¡qué grande! Se ha convertido con derecho propio en la gran dama del terror español por su trabajo aquí y en la muy estimable Los ojos de Julia. Su interpretación es brillante, desgarradora por momentos y conmovedora en otros tantos. Ella, al igual que la música o el pulso de Bayona, lleva el peso de la película. En el reparto también destaca Roger Príncep, otro niño prodigio pero al que finalmente poco hemos visto (estuvo también fantástico en la correcta Pájaros de papel). Su carisma es envidiable.
El orfanato es cine necesario. Calidad y fijando al público. No debe ser el único español existente, pero sí tiene el nivel al que la mayoría de filmes deberían aspirar. Hay mucho talento en ello y se nota. También mucha cinefilia al género de terror. Uno de los relatos más aterradores de los últimos treinta años apoyado en una Belén Rueda pletórica y una puesta en escena excelente.
Obtuvo una acalorada acogida en el Festival de Cannes donde, se cuenta, fue aplaudida durante varios minutos y, más cerca, en el Festival de Sitges se repitió el resultado. El público en general respondió estupendamente y El orfanato se convirtió en uno de los títulos más taquilleros de la historia del cine español, algo que el propio J. A. Bayona se ha encargado de superar con la notable Lo imposible. ¿Qué hizo para su primera película? Demostrar su gran talento como narrador con el lenguaje del gran cine comercial (digno heredero de Spielberg y sucesores) y dar canta de presentación a una generación de grandes artistas del mundo del cine: Sergio G. Sánchez (guión), Fernando Velázquez (música), Óscar Faura (fotografía) o Elena Ruiz (montaje).
El director catalán, que debutó con este film, juega con los lugares comunes del género con suma inteligencia (casa abandonada, niños, tormentos del pasado, ruidos tras las puertas, leyendas...). Bayona construye un sólido drama familiar sobre la base del cine de terror más espeluznante y aterrador de los últimos años: su capacidad narrativa es portentosa y mediante la sutileza y los efectos -nunca gratuitos- hilvana la historia con un ritmo trepidante en que no decae en ningún momento. Su única mala costura es la decisión final, sus últimos quince segundos: una escena torpe, reiterativa y con un subrayado propio de aquel que toma al espectador por idiota. Ahora bien, su realización en escenas como la de la playa -el mayor clímax de la cinta- o el pica pared son de una calidad incontestable.
La película, producida por Guillermo del Toro, casa a la perfección con el universo del director de El laberinto del fauno. No es una película de terror simplemente. De hecho, me gusta más mirarla como una historia de fantasía sobre una madre y un hijo perseguidos por el pasado, con reminiscencias peterpanescas y como obsesión por el amor materno-filial. Este punto central del film es el que permite construir ese final tan emotivo, cargado de buenas intenciones -exceptuando, insisto, los últimos quince segundos- y con el que es imposible no dejarse llevar. Varias de la situaciones están apoyadas sobre la excelente música de Fernando Velázquez, una partitura dotada de varios temas propios del terror y otros del drama. Trabajo redondo.
Ahora bien, si hay un nombre que sobresale en El orfanato es el de Belén Rueda, ¡qué grande! Se ha convertido con derecho propio en la gran dama del terror español por su trabajo aquí y en la muy estimable Los ojos de Julia. Su interpretación es brillante, desgarradora por momentos y conmovedora en otros tantos. Ella, al igual que la música o el pulso de Bayona, lleva el peso de la película. En el reparto también destaca Roger Príncep, otro niño prodigio pero al que finalmente poco hemos visto (estuvo también fantástico en la correcta Pájaros de papel). Su carisma es envidiable.
El orfanato es cine necesario. Calidad y fijando al público. No debe ser el único español existente, pero sí tiene el nivel al que la mayoría de filmes deberían aspirar. Hay mucho talento en ello y se nota. También mucha cinefilia al género de terror. Uno de los relatos más aterradores de los últimos treinta años apoyado en una Belén Rueda pletórica y una puesta en escena excelente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario