Dos nombres: Benh Zeitlin y Quvenzhané Wallis. Dos nombres que han entrado
con fuerza este año en la cima del séptimo arte. Cada temporada nos encontramos
con alguna película de presupuesto independiente —muchas veces proveniente del
Festival de Sundance— que resulta ser una pequeña o grande perla del género
cinematográfico, sea por sus historias, estilo narrativo, interpretaciones o las
sensaciones que dejan al espectador. Bestias
del sur salvaje tiene un poco de todo: una actriz con luz propia, una brillante
banda sonora y, sobre todo, mucha vida, vida en sus personajes y en la dignidad
con que pasan su día a día, aunque lo hagan rodeados de agua y en la más pura
miseria. Y lo mejor del film de Zeitlin es que no hay crítica alguna, al menos
no explícita. Es únicamente el retrato de un pequeño y salvaje universo formado
por unos personajes cuya existencia está ligada al de esa “bañera” donde viven
y a la que tanto aman.
Basada en una obra de teatro de Lucy Alibar, Bestias del sur salvaje nos narra la historia de Hushpuppy (Wallis),
una niña de 6 años que se está a punto de quedar huérfana por partida doble: su
padre está enfermo —su madre hace tiempo que marchó— y, por si fuera poco, una irreverente
tormenta ha inundado su “casa”, situada en una zona pantanosa que forman los
meandros del Misisipi y que está apartada del mundo por un inmenso dique. Con
ternura, rebeldía y una fuerza capaz de superar cualquier inclemencia, Hushpuppy
aprenderá a aceptar la muerte de un ser querido, pero no sin antes pasar por un
periodo de tormenta interna y de culpabilidad según el que, a los ojos de una
niña, el más pequeño gesto puede conllevar la ira de la naturaleza y el
despertar de sus ancestrales bestias salvajes.
El juego de metáforas de Zeitlin es de lo más acertado. No obstante, quizás
se ha exagerado un poco al hablar de las grandezas de esta película, por otra
parte, muy notable en todos sus elementos. La primera y última escenas, a modo
de introducción y conclusión de los latidos y el funcionamiento del pequeño
universo de la protagonista, son de una perfección sensorial exquisita, ayudada,
eso sí, por la fotografía del lugar y la maravillosa banda sonora. Sin embargo,
el resto de la película es una serie de altibajos narrativos que se sustentan únicamente
gracias a la presencia de una niña, que sí, está muy bien, pero que tampoco es
el descubrimiento interpretativo del año. Está claro que Wallis —sólo falta
verla en las galas donde ha asistido—es exactamente como su personaje: espabilada,
encantadora, desafiante..., y Zeitlin supo recogerlo a la perfección con su
cámara. Ahora bien, ¿es una interpretación que valga la nominación al Oscar,
estando además este año la colosal Rachel Weisz?
Con todo, Bestias del sur salvaje
no deja de ser una explosión de sensaciones en muchos de sus momentos, escenas
que conectan al espectador con la naturaleza, los animales y las personas de su
propio universo y personal existencia.
Lo mejor: la música y la vívida existencia de este pequeño universo
en medio del agua.
Lo peor: sus altibajos en la parte central de la narración
y la sobrevaloración del conjunto de la película.
Nota: 7
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La película no me ha llegado a captar. Es como si hubiera estado viendo un documental que me está enseñando unas personas y su manera de vivir por debajo total del umbral de la pobreza. Y estoy de acuerdo con vosotros la niña es así de espontánea y el director se ha limitado a filmarla. Evidentemente no digo que no sea una película interesante, pero para mi sin mucho más.
ResponderEliminarPor cierto lo interesante que quería resaltar, es sobre todo la música y la filosofía sobre el universo que desarrolla la niña que es lo que la va haciendo crecer como persona.
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