jueves, 17 de noviembre de 2011

Entre guerra y guerra, la guerra de los botones

Siete años después de que el director francés Christophe Barratier nos hiciera un regalo para los oídos con Los Chicos del Coro, vuelve a las carteleras con una nueva producción de similar estilo, en la que los niños, esta vez no cantores, son los verdaderos protagonistas y los que proporcionan a la película la esencia que desprende.


Aunque el título denote lo contrario, alrededor de la película tienen lugar tres guerras muy distintas, unas más severas que otras, pero no por ello menos importante. La primera, la guerra cinematográfica, disputada entre Christophe Barratier y Yann Samuell. Desde que en 1962 Yves Robert hiciese la primera versión de la novela de Louis Pergaud, los derechos de la obra estaban en manos de la viuda del director, pero en 2010 pasaron a ser de dominio público y tanto Samuell como Barratier se pusieron de acuerdo para hacer un remake. Aunque en Francia se estrenase primero La guerre des boutons, aquí nos ha llegado antes La nouvelle guerre des boutons, y parece evidente que será la que más repercusión tenga, teniendo en cuenta su director y sus actores, más conocidos que los de su competidora.

Así que, en cualquiera que sea la versión, en ambas tiene lugar otra guerra, típica rivalidad entre pueblos vecinos. Los niños, rebeldes e imaginativos, y tras prestar atención a las clases sobre las guerras púnicas, se enfrentan entre ellos, con un objeto curioso y pequeño como único trofeo: los botones. Pero esta guerra queda desplazada por otra mucho más grande y con más repercusión, y es que entre botón y botón Francia ha quedado ocupada por los nazis y se pasean a sus anchas en busca de judíos.

Christophe Barratier apuesta por lo seguro y repite tanto en esencia como en actores: Gérard Jugnot pasa de profesor y músico a padre borracho y ex legionario; Kad Merad sigue con su política de acción-reacción; y Grégory Gatignol, de alumno sin remedio a nazi. Incluso los que no repiten tienen, en cierta manera, su semejante aquí: Morhange en Los Chicos del Coro, es aquí Lebrac, los dos líderes y rebeldes; y Pépinot, pequeño y callado, se convierte en el Petit Gibus. La única pega que le pongo a este gran reparto es que los actores adultos, como Guillaume Canet o Laetitia Casta, quieran quitar el protagonismo a los pequeños, que son el verdadero núcleo de la historia.

Así que ya tenemos el fallo en el guión, pues lo que podría haber sido una historia sobre la inocencia de la infancia o la amistad queda eclipsada por la lucha contra el nazismo. De hecho, en la historia original los hechos no tienen lugar en la Francia ocupada sino en los años 60, así que no estaría de más ver las otras dos versiones para ver como llenan esa media hora de búsqueda y fuga.

Quizás mi error ha sido esperarme algo tan grande y que me produjo tanta impresión como Los Chicos del Coro; por eso, fuera de comparaciones, la película es cálida, inocente, divertida y tierna. Y aunque no vaya acompañada de la gran música de Bruno Coulais, Philippe Rombi tampoco hace un mal trabajo.

Lo mejor: la escena "borrachera" entre Gérard Jugnot y Clément Godefroy

Lo peor: la historia entre Guillaume Canet y Laetitia Casta

Nota: 7

2 comentarios:

  1. A ver si puedo verla este fin de semana. La verdad es que tengo muchas ganas, aunque es una lástima esto que dices de Guillaume Canet, con lo que me gusta!

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  2. Veo que es más de lo que a simple vista parece. Seguramente la vea algún día, pero tampoco me entusiasma a corto plazo para verla.

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