domingo, 2 de septiembre de 2012

'Al final de la escapada', la magia de Godard - El enigma Rosebud, solución

Hace tres semanas os preguntábamos en el Enigma Rosebud a qué película peretenecía esta frase conocidísima de la historia del cine: No se si estoy triste porque no soy libre, o no soy libre porque estoy triste. Rápidamente, como no, distéis en el clavo y la solución se ha hecho esperar más de la cuenta. Y sí, era Al final de la escapada. La película que muchos sitúan como el origen de la nouvelle vague, uno de los movimientos cinematográficos más importantes del séptimo arte y, me aventuro a decir, que el mejor. Por sus historias, su uso del flashback, la gran hornada de directores franceses que sacó al estrado... Pero, sobre todo, por la libertad creativa, la ruptura con los moldes prefabricados del cine de antaño. Por querer, en definitiva, evolucionar, crear, inventar y realizar arte por encima de todo.



¿Y quién está detrás de esta obra maestra? Jean-Luc Godard, sí. Pero el guión es de François Truffaut (a cuatro manos con Jean-Luc). Y Claude Chabrol trabajó en el equipo técnico. Así pues, tres cineastas de peso de la cinematografía gala estaban implicados de uno u otro modo en Al final de la escapada. Ahora bien, es una película cien por cien godariana en la que ya se percibe el estilo intimista del autor y el uso del diálogo es lo más refrescante y jugoso de la cinta. Como en tantas otras que vendrían después.

Sus personajes son viscerales, poliédricos... crecen y evolucionan como muy pocos guionistas logran. Y ahí radica uno de los puntos fuertes de Godard, uno de los mejores cineastas de la historia, él escribe las historias que quiere contar, él las construye en papel y en imágenes. Él, sí, crea arte. En Al final de la escapada son Michel Poiccard y Patricia Franchini, una historia de amor imposible, más que imposible inexistente, truncada desde un inicio. No pasan de una simple relación corta y de un pequeño (y muy intenso) reencuentro. De hecho, el film explica ese reencuentro y la huida de Michel de la policía tras asesinar a un agente.

La larga escena en el piso de ella es una conversación entre ambos: ducha, música, cama, pero sobre todo palabra, diálogo. Una conversación que explora muchos temas y muchos vértices de las relación entre ambos y de la personalidad individual de cada uno de ellos. Hay otros momentos de semejante envergadura y otros muy cercanos al thriller, no olvidemos que Michel huye de la policía. En todo caso, Godard logra construir una película redonda con un sinfín de imágenes para el recuerdo.

No puedo olvidarme de Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg, una de las parejas más carismáticas y emblemáticas de todos los tiempos. Los dos enamoran al espectador con esa historia tan pasional, mágica y, a la vez, tan indescriptible y sutil. Interpretan con total naturalidad esos dos grandes personajes surgidos de las mentes de Truffaut y Godard, logran que queden grabados en la retina del espectador y que sus juegos de miradas perduren al paso del tiempo.

La opera prima de Jean-Luc Godard es un canto a la libertad creativa, un punto de inflexión en el mundo del cine y la irrupción de uno de los genios más importantes de este arte tan menospreciado. Con ella llegarían innumerables grandes obras como El desprecio -de la que también os hablé- y entraría a formar parte del pequeño círculo de directores favoritos para los cinéfilos amantes del arte y no el entretenimiento. No deja a nadie indiferente, pocos son como él. Quizá es inigualable.

En definitiva, Al final de la escapada es magia godariana en estado puro.

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