Es el galán del cine español de las últimas dos décadas. El actor que queda bien en todos los papeles: una comedia (Lo mejor que le puede pasar a un cruasán), un drama familiar (La vida mancha), una de acción (El lobo) o el thriller del nuevo cine patrio (El cuerpo). José Coronado es un rostro conocido para el gran público ya sea en anuncios de yogures digestivos o en series de éxito como Periodistas o Acusados. Hace poco más de un año ganó el premio Goya por su labor en No habrá paz para los malvados y ahora se adentra en un terreno desconocido para él: la ciencia-ficción.
Se pone en la piel de Enrique, un hombre de profesión de poca ética, que se verá enfrentado a la epidemia de agorafobia que padece toda la humanidad. Le ocurre en Los últimos días de los hermanos Àlex y David Pastor, cineastas curtidos en el ESCAC y con estudios en Estados Unidos donde debutaron en el largo con Infectados, celebrada cinta apocalíptica. El actor madrileño nos habla de su experiencia en el film y de su trayectoria profesional en esta entrevista en exclusiva.
Es tu primera incursión en el cine de ciencia-ficción. ¿Cómo te has sentido con el género?
Como un niño. Disfrutando muchísimo de este peliculón que han hecho los hermanos Pastor con una película de aventuras trepidante desde el principio hasta el final. Una de las grandes bazas es la mezcla que han hecho los hermanos Pastor, que se han formado en Estados Unidos y han mamado todo el cine americano, y han sabido imprimir ese sello americano (de estilo, factura), pero no se han olvidado de que lo importante es la emoción y lo que cuenta la historia de unos personajes corrientes. Eso hace que la película te entretenga y te haga reflexionara la vez, y además te saque la sonrisilla en algún momento y la lagrimilla en otros.
¿Qué te llamo la atención de este proyecto de los hermanos Pastor?
La historia y es además el orden en que valoro un guión: primero la historia, luego quien se ocupa de la dirección y, por último, mi personaje. La historia me atrapó desde un principio, me pareció muy original, divertida para rodar y conocer a los hermanos Pastor fue lo último que me bastaba para decidirme a subirme al proyecto. Vi el talento que tenían, visioné sus anteriores trabajos y tuve claro las posibilidades de ese guión con ese par de geniecillos.
¿Cómo fue el rodaje: días y horas en el metro, las horas de maquillaje?
Horas en maquillaje pocas (ríe). El maquillaje se basaba en que la maquilladora nos decía: ¡por favor, no os duchéis! Así que, muchos días, no nos duchábamos por el bien de la película, puesto que era un raccord muy difícil de mantener porque teníamos que aparentar llevar la misma mierda encima. Por el resto, fue una película dura, había mucha acción, teníamos que correr a todas horas. Pero los actores tenemos que estar preparados físicamente y tengo la suerte de haber vivido siempre con el deporte, es fundamental con mi edad. Además viendo la belleza de los planos nos daba un plus de energía que nos hacía correr y pelear con lo que hiciese falta.
Concretamente, la escena del oso sería de difícil producción. ¿Qué teníais delante?
Pues un oso (ríe)
¡Un uso de verdad!
Un oso de tres metros de altura. Para mí fue un privilegio, fue como jugar con un oso. ¿Eso quién puede? Pues solamente un actor. Además tengo un punto inconsciente osado y, en cuanto oigo ¡Acción!, me arriesgo como no hago en mi vida, porque soy más cobarde, pero con el personaje me llevo por la locura. En cuanto llegó el animal quería hablar con el domador para decirle que lo quería tocar. Tras insistir mucho ante sus reticencias, lo logré y, finalmente, durante el rodaje, en los planos de escorzo dirigía al oso con las palabras adecuadas. Me encantó, pero vaya ¿quién no jugaría con uso? Sin dudarlo, aunque te cueste un zarpazo.
¿Cómo fue trabajar con Quim Gutiérrez, hubo feeling desde el inicio?
Muy bien porque es un actor entregado a muerte a su profesión y tremendamente generoso. Tuvimos la suerte de poder enseñar mucho tiempo y unificar criterios. El rodaje fue muy duro, de seis de la mañana a las siete de la tarde, y en todo momento fue muy generoso, me hacía regalos continuamente como en planos míos, él era mi referencia y me hacia llorar. Eso no lo hacen todos los actores.
Tu personaje en Los últimos días se enfrenta a una situación límite. ¿Qué harías tú si te encontrarás ante semejante circunstancia?
Lo mismo que el personaje, seguro que no. Mi personaje es un hijo de puta al servicio del poder, en un mundo carente de moral y ética, dominado por el dinero y los poderoso necesitan ejecutores que les hagan el juego. Mi personaje está muy alejado de mí, nunca estaría en esa oficina, porque nunca tendría ese trabajo. ¿Lo qué haría? Lo que se debe hacer, que es el mensaje de la película: ¡qué importa el dinero y el poder, si lo que importa de verdad es el amor y la amistad!
¿Crees que tus papeles han ido más desde tus inicios hasta ahora?
Quiero pensar que sí, primero porque he aprendido a hacerlo menos mal cada vez y a saber utilizar las herramientas de mi profesión después de 26 años. Me están llegando en estos últimos diez años los proyectos que antes no me merecía, porque no sabría acometerlos con la seguridad que tengo ahora.
¿Cómo ha cambiado tu carrera después de ganar el Goya?
Absolutamente nada. El Goya fue un subidón y una alegría para los que me querían. Me olvidé al día siguiente, porque siempre digo que no hay mejor premio que el trabajo continuado y tuve la suerte que al día siguiente cogía un AVE rumbo a Barcelona para rodar El cuerpo, poniendo los pies en la Tierra y dando las gracias. Aún asi, no voy a negar que no me ha llegado más trabajo por el tsunami de No habrá paz para los malvados. Personalmente, me ha permitido ser más agradecido e intentar no defraudar en los trabajos que acometa por lo que me ha regalado la profesión.
A lo largo de tu cuarto de siglo en el mundo de la interpretación has hecho de casi todo. ¿Qué te gustaría hacer?
Es una profesión muy frágil, donde el azar interviene mucho. Mi capacidad de ilusión se concentra en el trabajo que tengo día a día y tengo ese poder de ilusionarme con el trabajo que tengo entre manos. Me levantó por las mñanas y es lo que más me apetece hacer en el mundo. Quizás en el teatro sí puedo soñar con interpretar a Segismundo o el Rey Lear, pero en el cine y la televisión estoy abierto a todo y me ilusiono con todo.
Tus últimas tres películas (El cuerpo, Los últimos días e Hijo de Caín) han sido rodadas en Catalunya. ¿Cómo te sientes rodando aquí?
Hay grandes profesionales y amantes de la profesión. Son estas tres y cerca de doce en mi carrera, alguna de ellas rodada en catalán y todo. Catalunya es la locomotora del cine español ahora mismo. Además, Barcelona es una ciudad que adoro, la mayoría de mis amigos viven aquí y me siento como en casa.
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