Hollywood y su nueva moda: adaptar cuentos clásicos de la niñez. Algunos han dado sus frutos y han mostrado síntomas de buen cine de entretenimiento como Blancanieves (Mirror, mirror), pero otros han sido absolutos fracasos como la Capeructia roja de la directora de Crepúsculo o la aburrida Blancanieves y la leyenda del cazador e incluso la anodina versión de Tim Burton de Alicia en el país de las maravillas. Por suerte, quien se lleva la palma es Pablo Berger con su magistral Blancanieves, curiosamente, el único de los citados ajeno al pragmatismo y la ambición monetaria de la meca del cine.
Hansel y Gretel: Cazadores de brujas se situaría en el segundo grupo, ya que su puesta en escena y el guión son muy pobres. A algunos espectadores les puede funcionar como un perfecto guilty pleasure, no lo dudo. Al menos sus noventa minutos resultan efectivos: pasan rápido y no dan lugar a escenas prescindibles ni de puro relleno. Pero pese a su escasa duración, nada más resulta resaltable. Tiene un buen inicio, pero todo se va diluyendo conforme avanza y el final no carece de toda épica y la batalla final está rodada sin inteligencia ni potencial visual. La historia de amor entre Hansel y la bruja buena es una decisión puramente regida por la cuota de amor romántico en las películas. Sobra soberanamente.
La película apuesta por la acción destroyer y el humor. Ninguna de las dos funcionan y combinadas casan mucho menos. En algunos pasajes todo resulta ridículo y sus dos protagonistas, descolocados todo el rato parecen no tomárselo en serio: da la impresión que ambos sabían bien donde se habían metido mientras la rodaban. Jeremy Renner y Gemma Arterton son dos actores solventes, pero aquí están desubicados, como fuera de sí. Y ninguno de los dos me resulta creíble como Hansel y Gretel. La mejor del reparto es Famke Janssen con su villana de tomo y lomo.
El final deja entreabierta la posibilidad de exprimir la historia con una secuela, gracias a su (merecido y sonado) fracaso en taquilla probablemente no tengamos a estos dos hermanos profanados una vez más. Es un producto cultural (antes que una película) prefabricado, sin alma en su puesta en escena y con escasa ambición. Hollywood y sus modas. Hasta que el público diga basta, seguiremos aguantando cintas como ésta.
Lo mejor: Dura 90 minutos, no se alarga innecesariamente
Lo peor: No esconden el descaro, hacer dinero
Nota: 3
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