domingo, 24 de febrero de 2013

Los Miserables, la voz de todo un pueblo



Más de 60 millones de espectadores en 42 países y en 23 idiomas diferentes han visto uno de los musicales más aclamados de la historia que ha permanecido 27 años en cartel. Nadie, ni el propio Victor Hugo hace 150 años, ni los compositores y letristas Claude-Michel Shönberg, Alain Boublil y Herbert Kretzmer, ni los productores del proyecto inicial, imaginaban la aceptación que tendría la adaptación de la novela Los Miserables al musical en teatro y ahora, a la gran pantalla.

Hace 25 años, ante las propuestas de cineastas al productor Cameron Mackintosh de llevar el musical al cine, y poco después del estreno de este en Broadway, se vendieron los derechos del proyecto cinematográfico; sin embargo, el proyecto no vio la luz y Mackintosh los recuperó. Años más tarde, cuando surgió la oportunidad de trabajar con la productora Working Title Films y ante el interés de Tim Bevan y Eric Fellner, el proyecto comenzó a tomar forma y Mackintosh empezó a trabajar seriamente con ellos en la producción de uno de los espectáculos más grandes del género.

Poco a poco, el equipo de producción se fue conformando y la película parecía tener un claro futuro. El guión de la misma se encargó a William Nicholson (Gladiator, Tierras de penumbra, Elizabeth: la edad de oro) y la dirección a Tom Hooper (El discurso del rey), realmente interesado y rápidamente implicado en el proyecto. Después de ver el musical, el director leyó el guión de Nicholson y le emocionó tan intensamente que acabó llorando. Hooper, que acababa de ganar un Oscar a la mejor dirección por El discurso del rey, quería que su siguiente película fuese aún más emotiva, quería mostrar de la manera más intensa la aventura emocional que suponía el musical.

Transición del teatro a la gran pantalla

A pesar de la magnífica versión teatral que en su día hicieron Claude-Michel Schönberg, Alain Boublil y Jean-Marc Natel (después llevada a los escenarios ingleses por Mackintosh), la adaptación de la novela de Victor Hugo no acababa ahí. Tanto Hooper como los productores estuvieron de acuerdo en que había muchos conceptos de la novela que podían ser recuperados en su adaptación cinematográfica; una libertad que les permitía fijarse en detalles obviados en el teatro, como la relación entre Valjean y Cosette o la aparición de la pequeña Eponine como hija de los Thénardier. “Es una obra maestra colosal y tuvimos que adaptar el musical para pasarlo al cine”, señala Hooper, que añadió tener el consentimiento de los creadores para reinterpretar la obra y no hacer una mera filmación de la misma.

De hecho, en la primera versión del guionista William Nicholson las canciones estaban intercaladas con los diálogos, en los que se presentaba el nuevo material sacado de la novela. Pero la obra, originalmente concebida, es un musical propiamente dicho y no contiene partes habladas en ningún momento. Ante la voluntad de Hooper de mantener el formato original, pidió a Schönberg, Boublil y Kretzmer que se unieran a la redacción del guión y que escribieran letras nuevas, nuevas melodías para sustituir los diálogos e incluso una nueva canción, Suddenly. Esta canción es el resultado de la voluntad de plasmar los conceptos que aparecen en la novela pero que difícilmente podían ser captados en el teatro, por su gran intimismo. “Faltaba reconocer la importancia del amor que Valjean sintió por la pequeña Cosette; lo que significa convertirse en padre de manera inesperada”, afirma Hooper. Kretzmer, el letrista, asegura que era el momento de una nueva canción y esperaba que llegase al corazón de la gente. Finalmente, el resultado es todo un musical cinematográfico con apenas 20 frases dialogadas y, el resto, cantado por los propios actores.

El casting en busca de los protagonistas

Eric Fellner, como productor, dijo que los miembros del reparto debían reunir tres cosas: ser estrellas, actores de talentos y buenos cantantes. La gran disciplina que iba suponer el grabar un musical de tal magnitud necesitaba de grandes actores, trabajadores e implicados como los que más. No es de extrañar que el proceso de selección y el camino para conseguir el papel fuese descrito por todo el elenco como un proceso intenso y duro.

Por grandes y famosos que fuesen los elegidos, todos debían realizar diversas pruebas para finalmente poder formar parte de la producción. Era uno de los requisitos de Hooper y Mackintosh, así que con tesón y empeño empezaron un casting de cuatro meses de duración. Hugh Jackman tuvo que hacer una audición de tres horas de duración para el papel de Jean Valjean: “Era la primera vez que Tom trabajaba con el material y se convirtió en una especie de taller; para mí también fue una prueba de lo más estimulante, pero al final tuve que decirle a Tom que debía irme a casa a acostar a mis hijos”. Eddie Redmayne, Marius en la película, asegura que los castings eran como Factor X o Britain’s got talent. “En la última prueba estaban el compositor del musical, el letrista, el productor teatral, el director…Todos detrás de una mesa, fue terrorífico”.


Aun así, el esfuerzo valía la pena pues todos y cada uno de ellos ansiaba interpretar su papel y participar en un musical que hacía tiempo que formaba parte de sus vidas. Empezando por Jackman, para él que Los Miserables es como un talismán, siendo la canción Stars la escogida para una de sus primeras pruebas después de graduarse en la escuela de Arte Dramático, en la que consiguió el papel. Anne Hathaway, por su parte, vio a su madre interpretar el papel de Fantine con tan sólo siete años, por lo que sentía el papel y el sufrimiento de la protagonista muy cercano. Eddie Redmayne también vio la obra a esa edad y desde entonces siempre quiso interpretar al pequeño Gavroche, que se convirtió en todo un héroe para él. Igualmente Amanda Seyfried, que conocía el musical desde los 11 años, y por supuesto Samantha Barks, Eponine en los escenarios durante un año en el  West End y en la representación del 25 aniversario en el O2 Arena de Londres.

La única nota discordante fue Russell Crowe, que al parecer rechazó inicialmente el papel de Javert. “No me gustó el personaje en el teatro, no me emocionó; me pareció muy simplista y no podía entender las conclusiones a las que llegaba”. Casualmente, él y Hooper se encontraron en Londres y después de hablar sobre el personaje, las preguntas se convirtieron en su responsabilidad. Él debía encontrar las respuestas a las dudas de Javert, debía saber qué razones son las que le mueven a hacer una cosa u otra, cuáles son sus principios, su moral, y por qué decaen.  

Sacrificio y tesón interpretativo

Para un ejercicio interpretativo de tal calibre, leerse la novela de Victor Hugo no bastaba. Cada uno de los actores tuvo que trabajar al máximo para dar vida a sus personajes, para traspasar su sufrimiento, su dolor, su amor y odio al espectador. Empezando por conocer al personaje, entenderlo, y hacerlo suyo, integrarlo en sus personalidades.

El reticente Russell Crowe viajó a París para visitar la casa de Victor Hugo. Aunque en ese momento estaba cerrada, la encargada le reconoció y le ofreció una visita personalizada. Fue allí donde Crowe empezó a comprender al personaje, donde supo que Valjean y Javert partían de un mismo hombre, un convicto que se convirtió en inspector y que inspiró al escritor para crear los dos antagonistas principales.

Hugh Jackman tuvo que perder varios quilos y dejarse barba para las escenas iniciales que se rodaron en primer lugar para que después pudiese recuperar su peso normal. Además se sometió a tres horas diarias de gimnasio, pues Valjean es un convicto de gran fuerza física. “Debía notarse que llevaba 19 años encarcelado; hasta la fecha no había hecho un papel que demandase tanta entrega física y emocional”. Por si el esfuerzo fuese poco, antes de rodar la primera escena estuvo 36 horas sin ingerir ningún tipo de líquido para conseguir un aspecto más demacrado.

La miseria de Valjean es grande, pero si el público de Los Miserables coincide en algo es que el papel de Fantine es el más dramático de todos. Abandonada con una hija a la que no puede mantener, despedida injustamente del trabajo, obligada a cortarse el pelo, vender sus dientes y su dignidad, prostituyéndose en las calles, es sin duda la más miserable de todos. Anne Hathaway debía sentir el dolor del personaje si quería conseguir una de las interpretaciones de su vida, por lo que mantuvo entrevistas con prostitutas y fue testigo de historias reales de esclavas sexuales. Para obtener su débil aspecto, perdió 11 quilos en 5 semanas: “Fue muy intenso y bastante extremo. Sinceramente, si lo hubiera pensado me habría parecido imposible, pero sabía que acababa en una escena culminante. Me bastó concentrarme en eso. Cualquier padecimiento no era tal, era una transformación”. Por si fuese poco, fue ella quien propuso a Hooper que le cortaran el pelo realmente, delante de las cámaras. Además, tuvo que “echar” a su marido del set de rodaje: “Le dije a mi marido que se fuera, ¡me hacía demasiado feliz!”.

Cantando en directo

Los Miserables de Tom Hooper no es un musical al uso, el director revoluciona el género y se atreve con la interpretación de los números en directo, delante de la cámara. En vez de grabar las canciones en el estudio y después rodar las escenas con playback, se grabaron directamente desde el set, cuál diálogos de un film normal. “Quería arriesgarme y hacer algo totalmente diferente en un género poco habitual. Me entusiasmó la idea de rodar las canciones en directo y Cameron estaba totalmente de acuerdo, con lo que me apoyó. Posiblemente no habría dirigido la película si no se hubiera rodado así”.

Todos los integrantes del proyecto, productores y actores, estuvieron totalmente de acuerdo con la decisión del director, aún con lo que ello implicaba. Un trabajo que nunca antes nadie había hecho. El interpretar las canciones en tiempo real implica una libertad que el playback no da; los actores pueden interpretar sobre la marcha y pueden interactuar entre ellos de una manera más dinámica, flexible y preservando la espontaneidad. “Siempre he pensado que los musicales en cine son difíciles de aceptar”, añade Hooper, “Existe una falsedad extraña causada por los actores cantando en playback. No importa lo buenos que sean sincronizando sus labios, hay algo que resulta irreal para el espectador”.

Eddie Redmayne explica que habitualmente hay un paréntesis de 2 a 3 meses entre la interpretación del tema en el estudio y su interpretación en el rodaje, lo que hace que el actor deba tomar decisiones de interpretación meses antes de ponerse ante la cámara. Llegado el momento, debe reproducir con total exactitud lo que se grabó, por lo que no puede dejarse llevar por el momento. Con el método de Hooper, eso no ocurre, y las interpretaciones son más realistas, los actores se pueden dejar llevar por el momento.


En el momento del rodaje en el set, los actores llevaban un auricular en la oreja por el que podían escuchar el acompañamiento pianístico que tocaba la melodía en la sala de al lado. De este modo, únicamente se grababa la voz interpretada para después añadir la música orquestada en la posproducción. El método suponía un duro trabajo, teniendo en cuenta que la película es toda cantada. Samantha Barks tuvo que repetir 15 veces el tema On my own; Eddie Redmayne estuvo 21 tomas sin parar cantando Empty chairs at empty tables; de igual modo Anne Hathaway, que repitió y repitió el tema I dreamed a dream durante ocho horas hasta que Hooper se dio cuenta que la versión más desgarradora y la que quería para el film era la cuarta toma.

Todos los actores trabajaron durante más de dos meses con un entrenador vocal realmente estricto, que no les permitía beber nada que no fuese agua con limón o miel. Un ejercicio vocal impresionante para todos los actores, que no se podría haber hecho sin ese entrenamiento previo y realmente intenso. “Durante el rodaje cantábamos todo el tiempo, es otro tipo de disciplina. Había que cuidarse mucho para no perder la energía”, explica Samantha Barks.

Diseño de producción: decorados, localizaciones y vestuario


No contentos con ofrecer al público una gran experiencia musical, director y productores estaban decididos a crear también una gran experiencia visual. La novela de Victor Hugo retrata perfectamente el París del siglo XIX, sus calles y edificios, y la película debía retratar lo descrito de la manera más realista posible. “Por un lado queríamos rendir homenaje al musical y lo conseguimos mediante decorados muy teatrales, con mucho color y textura, pero también queríamos que fuera creíble. Si no era realista, el drama y el dolor de los personajes no serían tan conmovedores”, afirma la diseñadora de producción Eve Stewart.

Aunque la primera escena en el dique se rodó en el muelle de Portsmouth y el camino de Valjean hacia Digne fue rodado en las montañas de Gourdon, al sur de Francia, la mayor parte de la película se filmó en los decorados que se prepararon meses antes del rodaje, como la fábrica donde trabaja Fantine o el hospital donde muere, construidos en Chatham. Para construir los decorados de la pequeña ciudad francesa de Montreuil-sur-Mer, de donde es alcalde Valjean,  se tardaron ocho semanas y se inspiraron en dibujos de Gustave Doré. Para los muelles de las prostitutas, se ensuciaron las paredes para que parecieran carcomidas por la suciedad y se impregnaron con algas llegadas de Escocia, así como 10 toneladas de barro, arena y caballa.

El Elefante de la Bastilla, donde se refugia Gavroche, fue construido en el Old Royal Naval College de Greenwich. Su construcción supuso un mes de trabajo en los estudios Pinewood para esculpir en poliestireno el elefante de 12 metros de altura. La barricada se construyó con cientos de muebles viejos procedentes de diversos almacenes, en total una estructura de 30 metros de largo y 12 de alto. En esos estudios también se recrearon las calles del París de 1832, basándose en fotografías de Charles Marville. “Los edificios eran bastante altos y decidimos hacer fachadas de dos y tres pisos para no depender de los efectos digitales; fue mucho trabajo, pero también lo pasamos muy bien recreando las tiendas y los edificios, la mezcla de colores y texturas”, añade Stewart. Para la diseñadora, el reto más difícil fue convencer a los carpinteros para que no trazaran líneas rectas en los edificios; quería inclinación, sobre todo en el café donde se reúnen los estudiantes para reflejar la fragilidad de la revolución.

A la importancia de los decorados se le suma el diseño del vestuario, a manos del español Paco Delgado (Biutiful, La Comunidad, La mala educación, La piel que habito), nominado varias veces al Goya por sus diferentes trabajos. El diseñador se inspiró en pintores de la época para reflejar todas las clases sociales existentes durante los 33 años en los que transcurre la acción. “Había de todo, convictos, prostitutas, monjas, ricos, pobres; no quería disfraces, sino ropa de verdad”. Para Valjean, la evolución es evidente: pasa de un convicto puesto en libertad condicional, período en el que su ropa es burda, a ser el alcalde de una ciudad, por lo que empieza a vestir mejor, de manera más sofisticada. Javert, en cambio, se oscurece con el paso del tiempo, del azul claro del principio a uno muy oscuro, casi negro, al final. A pesar de la total libertad y de la gran paleta de colores, hay una premisa que se repite durante todo el film: los colores de la bandera francesa, que se repiten en los trajes de los personajes. “La chaqueta roja de Enjolras, el vestido azul de Fantine en la fábrica, el blanco de Cosette en su boda, nada es una casualidad”.


Los Miserables: ¿musical oscarizado?

No hay duda de que el trabajo de todos y cada uno de los integrantes del proyecto ha sido excepcional. La implicación y la pasión de todos han dado como resultado un musical extraordinario, lleno de sentimiento, que llega emocionar hasta el corazón más frío. Las canciones vuelven a las calles, las melodías no se marchan de las cabezas y todos quieren repetir una segunda, o por qué no, tercera vez en la sala, para volver a desgarrarse con el sufrimiento de Fantine, enamorarse como Marius, Cosette y Eponine, y luchar con la revolución del pueblo y los estudiantes. Aunque evidentemente hay opiniones diversas, nadie pone en duda la capacidad de Tom Hooper frente las cámaras ni la capacidad de los actores en su interpretación, en este caso también musical. Todos quedan maravillados por las voces que estos grandes artistas ocultan, que sin duda podrían explotar más a menudo.

Los Miserables de momento acumula tres Globos de Oro (mejor película comedia o musical, mejor actor  y mejor actriz secundaria comedia o musical) y 8 nominaciones a los Oscar. Falta por ver cuántos se lleva esta noche en una gala que seguro sorprenderá. ¿Será un éxito total o las expectativas superarán la realidad? Con premios o no, el musical de Tom Hooper ha pasado ya a nuestras memorias. 

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