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miércoles, 20 de febrero de 2013

‘Dos días en Nueva York’, el Manhattan “alleniano” de Julie Delpy



En pleno clímax del Festival de Berlín, con todos los fans del trío Linklater, Hawke y Delpy esperando el estreno de Antes del anochecer, llega a nuestras pantallas la nueva cinta como directora de ésta última: Dos días en Nueva York. De un modo similar al de su predecesora, Dos días en París, Julie Delpy vuelve a utilizar el choque cultural entre Francia y los Estados Unidos como principal recurso para esta comedia de excentricidades, hipocondrías y diálogos con cierto toque “alleniano”, empezando por uno de los temas favoritos del director neoyorkino, la muerte.


La película continúa con la vida de Marion (Delpy), que vive en Nueva York con su nueva pareja, Mingus (Chris Rock) y sus respectivos hijos. Para celebrar una importante exposición fotográfica, Marion ha invitado a su padre y a su hermana para que vengan de visita desde Francia y así poder enseñarles la ciudad

Ya de entrada, el escenario que escoge la directora podría ser otro punto de contacto entre el film de Delpy y los clásicos de Allen en la Gran Manzana, pero allí donde se ven más similitudes entre uno y otro realizador es en la construcción de los dos protagonistas y las situaciones que los envuelven. Por un lado, tenemos a Marion y sus reflexiones sobre la existencia del alma y la posibilidad o no de venderla; por el otro, la supuesta superioridad intelectual de Mingus, aterrorizado por las barbaridades de sus familiares gabachos y bastante obsesionado por hablar con el presidente estadounidense. Sólo falta la figura del psicólogo y las discusiones sobre la religión.

No obstante, estos pequeños “allenismos” de los que bebe la película en determinados momentos no son suficientes para compensar las no pocas situaciones pasadas de rosca y carentes de gracia alguna que se repiten a lo largo de toda la cinta. La exagerada contraposición entre la cultura francesa y la norteamericana, lejos de la divertida y astuta parodia que podría haber sido, acaba por cansar de tan reiterativa, sobre todo por la presencia de unos personajes casi esperpénticos como son el padre de la protagonista y su hermana con brotes ninfómanos.


Lo mejor de Dos días en Nueva York, pues, se reduce a Rock y Delpy, con sus conversaciones y ataques histéricos, y al montaje turístico-indie que la directora hace a través de las calles de la ciudad. En definitiva, una película entretenida, lista en sus diálogos y en la construcción de los dos protagonistas, pero grosera y cansina en muchas de sus escenas.

Lo mejor: las caras de Chris Rock y sus conversaciones con Obama.

Lo peor: la exageración, casi esperpéntica, de los choques entre ambas culturas a lo largo del film; se acaba haciendo reiterativa.

Nota: 6

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