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viernes, 9 de noviembre de 2012

'Argo' que confirma a Ben Affleck como gran director


La primera fue una agradable sorpresa; con la segunda, aunque para algunos inferior, empezaron a saltar las alarmas; ahora, con la tercera, ya se puede afirmar: Ben Affleck se ha posicionado en el grupo de los directores destacados del último lustro. Quizás decir "gran director" sea pasarse un poco, pero la cuestión es que Argo coge lo mejor de los anteriores trabajos de Affleck, Adiós pequeña adiós y The Town, y lo eleva a la excelencia del thriller político, con una realización, diálogos y montaje dignos del mejor Alan J. Pakula.

Esta vez, el actor, director y guionista, ganador de un Oscar por el libreto de El indomable Will Hunting junto a su amigo Matt Damon, deja Boston, su escenario favorito, y se va al Oriente Medio para narrar una más que particular historia: un agente de la CIA se va a Teheran para rescatar a seis diplomáticos que han conseguido escapar de la embajada norteamericana durante su asalto por parte de la población iraní y partidarios del ayatollah Jomeini. La operación consiste en hacer ver que todos forman parte del equipo de una película de ciencia ficción, titulada Argo, y que están en Irán buscando exteriores.
Por muy irreal que parezca, la historia es real -ya lo dicen, "la realidad a veces supera la ficción"-. El agente de la CIA era Tony Mendez (Ben Affleck) y corría el año 1980, cuando el revolucionario Irán acusó a los Estados Unidos de Jimmy Carter de dar asilo político a un sha que, con sus riquezas y opulencia, había llevado el país a la miseria absoluta. La operación Argo, no obstante, en la que también participó el embajador de Canadá, quedó bajo secreto hasta que años después Bill Clinton decidió sacarla a la luz. El potencial cinematográfico lo olería cualquiera, pero sólo en las manos adecuadas podría resultar en una de las mejores películas del 2012. ¿La manos? Las de George Clooney y Grant Heslov, los productores, las de Chris Terrio, el guionista, y las de un Ben Affleck en estado de gracia detrás la cámara.

Para probar la buena dirección del norteamericano sólo hace falta fijarse en la primera escena de la película, el asalto a la embajada y huída de los diplomáticos. Con la ayuda de el director de fotografía, Rodrigo Prieto, Affleck consigue aquí una perfecta combinación de imágenes de televisión y en directo que parecen sacadas de la mismísima realidad del momento. A esta verosimilitud hay que añadirle la tensión creciente de la escena, resultado de la concatenación de planos y movimientos de cámara que van in crescendo. Esta misma sensación de suspense se repite a lo largo de toda la cinta, siendo otro gran ejemplo la escena del bazar, entre multitudes, o el mismo final con las corridas arriba y abajo de Bryan Cranston. En todos estos momentos, el montaje, inseparable de la dirección, juega un papel clave, por eso hay que aplaudir también el trabajo de William Goldenberg; el editor actúa con solvencia y regala al público algunos montajes en paralelo excelentes, contando también la ya comentada primera escena y la introducción, de lo mejor de la película, tanto a nivel gráfico como de contenido.

Hablando de la introducción, es el argumento para todo aquel que califique a Argo de "americanada adoradora de su país y sus servicios secretos". El factor patriótico americano está allí, de eso no hay duda, pero la introducción, resumen de la historia de Irán previa a los hechos que se narran, sirve para dejar claro, desde el principio, que no habrá un maniqueísmo claro entre unos buenos y unos malos. Estados Unidos sacó a un governante prodemocracia para poner a otro que dejó morir de hambre al país; el pueblo iraniano dijo basta, empezaron una revolución que puso a Homeini al poder; el nuevo gobierno dio entrada al extremismo religioso y a represiones de todo tipo. La realidad nunca es blanco y negro, nos avisa Affleck, y a partir de entonces ya se puede concentrar en explicar su historia, un hecho concreto con unos personajes determinados y su papel en ese momento en particular.

Sea como sea, el film de Ben Affleck, como la mayoría del cine histórico, es una dramatización de los hechos, una ficción basada en lo que sucedió realmente. De ahí que tenga sentido un final tan in extremis e inverosímil que, con todo, no afecta negativamente a la película en ningún sentido. Se trata sólo de una escena que juega, como en el resto de la película, con los géneros, y la ironía, en este caso, juega un papel protagonista, así como el suspense y la magnífica sensación de tensión que éste genera. Así pues, este final no es para nada lo peor de la película, como muchos han apuntado, y tampoco lo es la actuación del propio Affleck, correcto en su papel.


La interpretación del director y protagonista del film se ha convertido en el otro punto flojo de Argo, a falta de otros -y no vamos a decir que la película es perfecta, ¡por favor!-. Si bien es verdad que Affleck no es un gran actor, tampoco desentona al lado de sus compañeros, entre ellos Victor Garber, Tate Donovan, Clea DuVall, Scoot McNairy y Chris Messina y Bryan Cranston, estos dos últimamente hasta en la sopa. No obstante, si hay que destacar interpretaciones en la película, estas son las de Alan Arkin y John Goodman. Ambos actores conforman la parte cómica de la cinta, "la parte de Hollywood", que tan bien encaja, gracias a Chris Terrio, con las secuencias más dramáticas. En realidad tienen pocos momentos, pero Arkin y Goodman saben aprovechar hasta el último segundo. No es de extrañar, por tanto, que la ya famosa "expresión" de la película salga de una de las escenas que protagonizan estos dos veteranos actores.

Historia, contenido, dirección, montaje e interpretación, pero faltan por destacar dos elementos técnicos de no menor calidad. Por una parte tenemos la ambientación y perfecta recreación de los años 80, a nivel de personajes -atención al parecido entre los protagonistas y sus originales- y de espacios, desde el mundo de Hollywood y las cintas de ciencia ficción de la época, hasta la aridez del revolucionario Irán. Por último, últimamente parece imposible no destacar a Alexandre Desplat en cada uno de sus trabajos, cosa que se traduce en hablar de él casi cada semana... El compositor francés encuentra siempre el estilo perfecto para cada historia, cada película, sea la tarantela de Reality (Matteo Garrone, 2012), la épica y fantasía de El origen de los guardianes (Peter Ramsey, 2012) o la tensión con cánticos entrecortados y toques árabes del Argo de Ben Affleck -no hay que olvidar, por cierto, que el productor de la cinta es George Clooney y que Desplat ya ha trabajado con él, en Syriana (Stephen Gaghan, 2005) y Los idus de marzo (George Clooney, 2011).

Cada uno de los elementos comentados, por separado, roza la excelencia, pero como se acostumbra a decir, la suma de todos ellos de un resultado mayor, mejor. Argo es un thriller político e histórico con magnífica mezcla de géneros y que derrocha entretenimiento, historia y calidad cinematográfica. No es de extrañar que sea ya una de las principales apuestas para los Oscar de este año. Señor Affleck, continúe así.

¡Argofuckyourself!, o lo que vendría a ser lo mismo, ¡Argoderse!
Lo mejor: la genial amalgama de géneros, la realización de Affleck, una perfecta ambientación y montaje, y la música de Alexandre Desplat, entre otras cosas.

Lo peor: que al pobre Affleck le continúan cayendo piedras en su trabajo interpretativo... Con un poco de suerte, su faceta de director superará la de actor y en poco tiempo dejarán de hablar sobre ello.

Nota: 9

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