No es tarea fácil levantar y desarrollar una película con un único escenario -el océano y un yate- y un único personaje -un hombre anónimo-. J. C. Chandor se atreve en su segundo largometraje con un proyecto de esta envergadura para construir más un ensayo sobre el sufrimiento ante lo desconocido y el desamparo absoluto que una aventura transoceánica al estilo de la reciente En solitario. Toda esta epopeya bajo el rostro de Robert Redford, una portentosa interpretación que sostiene el peso de la cinta.
Lo mejor: El titánico esfuerzo de Redford
Lo peor: Su acotado desarrollo
Nota: 6
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