sábado, 8 de junio de 2013

‘Fill de Caín’ – la estrategia del thriller y del jaque mate


El mundo del ajedrez es extraordinario. Memoria, estrategia, inteligencia, calma, sorpresa... jaque. El thriller psicológico comparte algunas de estas características: una estructura compleja pero muy bien delimitada, una calma aparente, y esos giros o sorpresas inteligentes hacia el final de la partida/film que siempre acaban en jaque mate. Un buen thriller psicológico juega bien con todos estos elementos y consigue mezclarlos de modo que mantengan una tensión constante en el espectador. El montaje, el guión y las interpretaciones son clave, y si falla cualquiera de ellas, el resultado acaba siendo irregular. Es más o menos lo que le pasa a Fill de Caín (Hijo de Caín), el primer largometraje del director Jesús Monllaó. Película correcta y entretenida, pero con escenas demasiado forzadas y tiesas que perjudican al film entero.

Nico (David Solans) es un adolescente especial, es inteligente y está obsesionado con el ajedrez, pero su comportamiento es cada vez más extraño y preocupante. Finalmente, sus padres, Coral (Maria Molins) y Carlos (José Coronado), deciden llamar a un psicólogo infantil (Julio Manrique). A través de la terapia y la pasión por el ajedrez, el psicólogo irá adentrándose en el mundo interior de Nico e intentará entender el porqué de su comportamiento, cada vez más violento. Algo esconde el chico, algún secreto que lo hace ser de este modo. Descubrir la verdad será la única opción para evitar que el mal se acabe apoderando de Nico.

El punto de partida no podría ser más interesante. El guión, basado en la novela homónima de Ignacio García-Valiño, es un juego constante entre los protagonistas, una partida de ajedrez entre padre e hijo, paciente y psicólogo, alumno y maestro. El cómo se introduce el ajedrez en el argumento es, sin duda, lo mejor de la cinta, así como las primeras conversaciones entre Nico y el psicólogo. Sin embargo,  la película no consigue mantener la tensión de algunas de las escenas, desperdiciándola por culpa de un montaje demasiado cortado, de un guión al que le faltan explicaciones y que hace aguas —sobre todo hacia el final—  y de unas interpretaciones, en muchos momentos, un poco artificiales.

¿Culpa de la dirección de actores? Probablemente, porque no hay duda de que José Coronado, Maria Molins y Julio Manrique son tres grandes actores. No obstante, los tres están correctos en sus personajes, como también el debutante David Solans, el encargado de darle expresión y ambigüedad al personaje de Nico. No es ningún Ezra Miller —claro que el film tampoco se puede comparar con la extraordinaria y desgarradora Tenemos que hablar de Kevin—, pero acaba convenciendo y asustando al público. Así pues, corrección y, lamentablemente, poco más para este prometedor thriller psicológico que, a la hora de la verdad, no ha sabido jugar bien sus piezas. ¿Jaque mate? Difícilmente.


Lo mejor: la idea argumental, es decir, el thriller psicológico y la primera partida de ajedrez entre Nico y el psicólogo.

Lo peor: el modo en que está contado este thriller.


Nota: 6

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