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miércoles, 27 de marzo de 2013

‘Grandes esperanzas’, un Dickens muy británico pero con poco sentimiento



Las adaptaciones de clásicos literarios a la gran pantalla acostumbran a seguir una especie de rueda generacional. Jane Austen, las hermanas Brönte, León Tolstoi… todos cuentan con un buen número de versiones cinematográficas. En la mayoría de casos encontramos siempre una primera ola de adaptaciones realizadas entre los años 30 y 40 —aquí entrarían Más fuerte que el orgullo (Robert Z. Leonard, 1940), Alma rebelde (Ronert Stevenson, 1943) y Ana Karenina (Clarence Brown, 1935), versiones de Orgullo y prejuicio, Jane Eyre y Anna Karenina respectivamente—. Desde entonces, la segunda, tercera y hasta cuarta olas se han ido sucediendo tanto en la pequeña como en la gran pantalla, pasando por algunas versiones modernas sacadas de contexto y por otras tan precisas que parecen copias directas de cada una de las páginas del original.


Últimamente estamos en pleno boom literario del siglo XIX. Entre 2011 y 2012 vimos sendas versiones de Jane Eyre y Cumbres Borrascosas, y este marzo Joe Wright nos acaba de entusiasmar con una nueva, arriesgada y fabulosa incursión en el mundo de Anna Karenina. Con todo, uno de los escritores que más se ha adaptado a lo largo de la historia del cine es Charles Dickens. En 2005 Roman Polanski ya resucitó a su mítico Oliver Twist. Este año toca la revisión de otro de sus clásicos, Grandes esperanzas. Después de la extraña y moderna versión que Alfonso Cuarón hizo en 1998, esta vez el director Mike Newell ha decidido volver a los aires del siglo y hacer una película de escuela, perfecta técnicamente y con todos los elementos del cine puramente británico, entre ellos una preciosa y melancólica melodía de violín compuesta por Richard Hartley.

Esta historia de amores, desengaños, amistades y deudas de vida, sin embargo, falla en la narración y, lo más importante, en la emoción. Una de las características centrales de Grandes esperanzas es la voz narrativa del protagonista en primera persona. Esta “voz en off” es la que guía al lector a lo largo de toda la novela y la que hace de puente entre escenas y pasado-futuro. Newell no ha mantenido la figura del narrador y, con ello, ha perdido un poco la conexión y el entendimiento que sí que tenía, por ejemplo, la versión que David Lean hizo en 1946 con el encantador John Mills.

Por otra parte, si hay algo que caracterice a autores como Dickens y las hermanas Brönte es la pasión y emoción que sienten sus personajes. Este Grandes esperanzas vuelve a quedarse frío, lo mismo que pasaba con la Jane Eyre de Cary Fukunaga (2011), tan perfecta técnicamente, tan pictórica, que olvidó la pasión de un romance y suspense que sí aparecían en la estupenda adaptación de la BBC (2006). En la versión de Fukunaga, la química entre Michael Fassbender y Mia Wasikowska no se aguantaba por ningún lado. En el Dickens de Mike Newell, como mínimo, la conexión entre Jeremy Irvine y Holliday Grainger, ambos correctos en sus papeles protagonistas, es innegable, al igual que la genialidad de los secundarios —Helena Bonham Carter, Ralph Fiennes y Robbie Coltrane— aquí tan esperpénticos como suele pintarlos siempre Dickens en todas sus obras. En conjunto, Grandes esperanzas es técnica e interpretativamente brillante pero emocional y narrativamente pobre. Con todo, no deja de ser un Dickens y, por tanto, una historia muy disfrutable.


Lo mejor: la concepción británica del film, con una técnica cinematográfica perfecta.

Lo peor: la falta de emoción y los altibajos narrativos.

Nota: 7

El contenido original de esta entrada pertenece a MySofa. Consúltalo aquí.


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2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con prácticamente todo. No se entiende un Dickens sin pasión.
    Eso sí, con todo, me ha sorprendido la nota (generosa, no? :D)

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    1. hahaha, ya me acuerdo de que a ti te gustó muuuuuy poco! :D Pero al final me han pesado más las partes positivas y me ha sabido mal ponerle peor nota, porque, a pesar de su excesiva duración y todo, me entretuvo bastante! :P

      Que vagi bé la Setmana Santa!

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