Un profesor de física y matemáticas, ahogado por el sistema educativo, decide
indagar sobre el mejor método para devolver la motivación y confianza de los
alumnos en los estudios y en ellos mismos. Escribe un libro, y al cabo de un
tiempo el director Pablo Usón le propone llevar sus teorías a la práctica y
hacer un documental sobre ello. El resultado es Entre maestros, una experiencia educativa de lo más interesante que
conecta emotiva e intelectualmente con el espectador, sobre todo con cualquiera
que haya sido adolescente —es decir, todos— y que sueñe con una mejor educación
—todos otra vez, a excepción de los gobiernos y administraciones que podrían
hacer el sueño realidad, claro—.
El instigador de todo este proyecto es el pedagogo Carlos González, y la
experiencia, inspirada en su libro Veintitrés
maestros, de corazón: un salto cuántico en la enseñanza, consistía en
juntar a 11 alumnos adolescentes, de perfiles distintos, durante 12 días de
clase. En total, fueron 50 horas lectivas, todas grabadas, en las que González
no enseñó a los chicos las leyes de la física ni los distintos tipos de
ecuaciones matemáticas, sino que trató de provocarlos, de sacar lo peor y lo
mejor de sí mismos, pero también de despertar en ellos la curiosidad, el
autoconocimiento, el respeto y la amistad.
A la salida de la presentación del documental, hace unos días en Barcelona,
tres chicas comentaban el carácter más bien psicológico, en lugar de educativo,
de la propuesta. Decían que no les había acabado de convencer porque
no era ningún método que se pudiera llevar a la práctica en las escuelas. Les
habían faltado las clases de historia y de matemáticas. Puede que tuvieran
parte de razón. Sin embargo, no vieron que lo que sí que es y debería ser aplicable
a todas las clases es el objetivo del profesor de crear debate, de generar una
rebelión por parte del alumno a la tipología de personaje que lo tiene atrapado
y de conseguir una verdadera unión, sin prejuicios, superioridades ni desprecios,
entre todos los estudiantes; y esto tendría que ser posible, y obligatorio, se esté
hablando de Pitágoras, Platón, Newton o Dickens. De ahí que un buen profesor, además
de maestro, deba ser también un poco psicólogo —no olvidemos que estamos
hablando de la adolescencia, donde la disposición psicológica de cada alumno es
fundamental para su desarrollo personal y académico—.
Una de las excelencias de Entre
maestros, pues, es esa defensa y demostración práctica de que hay un método
—aunque no el único— que puede mejorar la educación. Ahora sólo queda cambiar
las bases de nuestra sociedad actual para utilizar estos distintos métodos a
nivel global; una tarea, en estos momentos, desgraciadamente utópica.
Con todo,
más allá del contenido y las consecuencias políticas y sociales que podamos extraer
de este documental, hay que destacar también la forma en que se nos presenta. La
realización de las cámaras, el sonido y el montaje, en este sentido, consiguen
en tan sólo hora y media capturar la fuerte conexión emocional que se establece
entre los protagonistas, así como crear una nueva conexión, no menos fuerte,
entre ellos y el público. A la hora de la verdad, no obstante, son estas 11 personas las que, con
valentía, simpatía, locura o rebeldía despiertan las lágrimas y la reflexión
del espectador. Es en ese momento que se convierten en maestros de todos
nosotros, dándonos una lección de vida que nadie, nadie debería perderse.
Lo mejor: el objetivo que persigue, y consigue, la
naturalidad del proyecto, una más que acertada realización y la conexión
emotiva que se crea con los protagonistas.
Lo peor: que, a corto plazo, y si seguimos así, no se
podrá aplicar a nivel escuelas ni institutos, no porque no sea adecuado, sino
porque el sistema no lo permite.
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