martes, 1 de enero de 2013

‘El Festín de Babette’, la magia de una buena comida



1987 fue un buen año para la gran pantalla. Los nueve Oscar de El último emperador de Bernardo Bertolucci son prueba de ello. Vimos también los horrores de la guerra a través de los ojos de Stanley Kubrick en La chaqueta metálica, con los buenos días de Robin Williams en Good Morning Vietnam y con la inocencia de un pequeño Christian Bale en El imperio del sol de Steven Spielberg. Al mismo tiempo, Woody Allen recordaba su juventud en Días de radio y Oliver Stone construía un thriller alrededor del poder del capital y las finanzas en Wall Street. Mientras, Brian De Palma volvía al Chicago de Al Capone con Los intocables de Eliot Ness. Ese mismo año, no obstante, la historia de una mujer francesa que conseguía unir a una congregación danesa gracias a una deliciosa cena enternecía a público y crítica.


25 años después, esa misma historia, El Festín de Babette, sigue enamorando a todo espectador, al igual que su protagonista, Stéphane Audran. Con un estilo en la narración que recuerda en ocasiones al cine de Bergman, el director Gabriel Axel sitúa la acción en el siglo XIX y confronta dos mundos completamente opuestos: el de dos solitarias hermanas, Martine y Filippa, hijas del estricto pastor de una pequeña iglesia protestante en Dinamarca, con el de Babette, su criada, una refugiada francesa que ha escapado de la represión a la Comuna de París de 1871. El choque entre culturas y religiones quedará plasmado en el momento en que Babette les proponga a las dos hermanas preparar la cena en honor al difunto padre de las segundas. Aunque recelosas de la comida católica, “diabólica”, que la cocinera les quiere ofrecer, Martine y Filippa accederán a la propuesta y, para sorpresa suya, descubrirán en la sopa de tortuga y el champán un fuerte lazo de unión entre su congregación, cada vez más distante y frágil.


La historia, que mantiene un ritmo pausado y se para a saborear cada emoción y sensación —sea música, comida o una simple charla—, está tratada a modo de fábula y nos recuerda una vez más el carácter mágico de una buena comida, el mismo que después hemos visto en tantas otras películas como Chocolat y Como agua para chocolate. Por su parte, la pasión con que trabaja Audran, musa y mujer de Claude Chabrol durante la década de los 60 y los 70, así como el humor que en su momento aportó a la cinta, incrementan esa simpatía que hoy definiríamos como una “feel good movie”. Puede, pues, haber pasado un cuarto de siglo desde su estreno y haber cambiado el modo de hacer cine, pero la magia de Babette y su cocina aún se conservan intactas en la gran pantalla. No se pierdan la reposición de este clásico europeo.

Nota: 8

2 comentarios:

  1. Es una película que vi cuando se estrenó y que me encantó.

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  2. Gran película, me he leído el libro en que se basa de Isak Dinesen, la escritora danesa en la que se basó Memorias de África, y aunque es delicioso creo que esta vez me quedo con la película, se plasma mucho mejor como decís la magia de Babette y su cocina.

    Buen post!! Nos seguimos leyendo.

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