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sábado, 26 de enero de 2013

‘El cuarteto’, encantadora ópera prima de Dustin Hoffman



En la presentación de su primer film como director, Dustin Hoffman recordó aquello que había dicho una vez Billy Wilder: "si vas a decirle la verdad al público, mejor que seas gracioso”. Al parecer, el protagonista de El graduado, Tootsie y Kramer contra Kramer, entre muchas otras, convirtió las palabras de Wilder en su guía de trabajo durante el rodaje de El cuarteto. Un gran acierto, porque la película saliente ha resultado ser una simpatiquísima historia, divertida y enternecedora, que trata con afecto, aunque no sin mostrar ciertas realidades, el inevitable paso del tiempo.


Basado en una obra de teatro con el mismo título, el argumento de El cuarteto se centra en el ir y venir de una residencia de ancianos reservada a músicos y cantantes de ópera retirados. El día a día de los habitantes de Beecham House, que están preparando su concierto anual para celebrar el aniversario de Giuseppe Verdi, se verá alterado con la llegada de Jean (Maggie Smith), una famosa cantante de ópera y antigua compañera de tres de los residentes del lugar. Dicho esto, El cuarteto es sencilla en su guión y en su forma, y para nada ambiciosa. Esto, lejos de suponer algún inconveniente, sólo hace que sumar puntos al encanto de una cinta cuya mayor virtud se encuentra en la delicadeza y, a la vez, fuerza de sus escenas. Desde una brillante clase magistral sobre el verdadero significado de la ópera hasta un clímax final perfectamente resuelto, las vidas de estos personajes llenan de vida y energía la sala de cine, en parte gracias a los toques de Hoffman detrás de la cámara, detalles imperceptibles pero efectivos que se suman a un tempo narrativo marcado por una música en modo allegro.

Visto desde fuera, sería fácil caer en la tentación de comparar El cuarteto con El exótico hotel Marigold. Al fin y al cabo, las dos tratan la vejez desde una vertiente cómica y con dosis de positivismo y esperanza. No obstante, y aun teniendo en cuenta que una servidora parece ser de las pocas que disfrutó con el último film de John Madden, lo único que acaban por tener en común ambas películas es la aparición de Dame Maggie Smith y su operación de cadera. La imponente presencia de Smith, mezclada con la elegancia e ironía de sus frases, es aquí uno de los componentes del bravísimo cuarteto protagonista, compuesto también por Billy Connolly, Tom Courtenay y Pauline Collins, tres estrellas de la interpretación británica que brillan con luz propia. A ellos hay que sumar los pequeños momentos de Michael Gambon, a cada cual mejor, y todo un elenco formado por verdaderos artistas del mundo de la música. En conjunto, uno sólo puede maravillarse de la vitalidad de este conjunto de actores y músicos que, como los personajes a los que interpretan, aún conservan su más preciado don. En inglés diríamos que “they’ve still got it”.

Así pues, agradable en todas sus secuencias, operística en cada una de sus notas y brillante en todas sus interpretaciones, El cuarteto no tiene nada que envidiar a los fuertes estrenos de estos días. Es más, es altamente recomendable entrar a verla después de la nueva obra maestra del señor Haneke; para subir los ánimos un poco, más que nada. Eso sí, no vayamos a confundir El cuarteto con una burla de la realidad que toca. La realidad y el inevitable dolor del paso de los años están allí, pero Hoffman ha decidido tratarlo con sutileza y con una sonrisa positiva en los labios, tal como le dijo Billy Wilder, y no hay nada de malo en ello.


Lo mejor: el cuarteto protagonista, el homenaje a la música y esos momentos, detalles, casi mágicos que ha conseguido capturar Hoffman.

Lo peor:
que el público pueda verla como “otra película de gente mayor”.

Nota: 8


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1 comentario:

  1. Absolutamente de acuerdo. No hace falta mostrar los orinales sucios, como decía la crítica de esta película del pasado viernes en El Periódico, porque la sutilidad de Hoffman es suficiente para reconocer la decadencia y la decrepitud de los protagonistas y la angustia que esto les representa. Pero no por ello vamos a olvidar que la vida merece la pena disfrutarla, aunque sea sólo algunos momentos, mientras nos quede un hálito de vida.

    Intuimos que el personaje de Pauline Collins (excelente como el resto del reparto) va a derivar muy pronto en una enferma mental; y también entendemos que la pérdida de voz y de movilidad depriman al personaje de la gran Maggie Smith. Y por eso mismo nos emociona su buen humor, su ilusión, su optimismo por intentar ser felices en los días que les quedan.

    Una película deliciosa, que sabe sugerir los problemas reales y emocionarnos a base de ternura. Los actores están todos soberbios, pero me ha gustado especialmente Tom Courtenay, aquel joven tan habitual del free cinema (La soledad del corredor de fondo, Rey y patria) en un papel lleno de expresividad.

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