Páginas

martes, 18 de diciembre de 2012

'El ladrón de palabras', el libro cinematográfico

En un mundo en el que todo está inventado y la competitividad está a la orden del día, ser original no es nada fácil. Libros, canciones…todo existe y nada es nuevo, un auténtico quebradero de cabeza. Brian Klugman y Lee Sternthal (productores de Tron: Legacy) tuvieron que hacer frente a ello y llevar a cabo un proyecto que duró diez años, pero que al final ha visto la luz como El ladrón de palabras. Si bien es cierto que si no fuese por el reparto la película hubiese pasado aún más inadvertida, el film es más que lo que unos buenos actores pueden darnos, y lejos de menospreciarla deberíamos tenerla en cuenta para ser la primera de unos directores y guionistas noveles.
 


La historia en sí misma no destaca por su brillantez: un joven escritor, atascado en su lucha por ver publicadas sus novelas, encuentra un manuscrito sin autoría y decide usarlo como propio. A pesar de la sencillez del guion y su previsibilidad inicial, el devenir de los hechos cambia totalmente hacia el final y nos hace dudar, dejando un final abierto que obliga a no olvidar la historia nada más acabar los créditos. La duda sobre el quién es quién, qué parte de la historia es real y qué no, nos hace plantearnos si los directores han jugado con nosotros, y eso es suficiente para afirmar que no nos han servido todo en bandeja. Porque al fin y al cabo se nos presentan tres historias diferentes, pero ¿cuál de ellas es la verdadera? ¿El relato es vida o ficción?


Tres historias magníficamente presentadas, tres historias en tiempos distintos que fluyen por sí solas gracias a un montaje exquisito. De entre todas, el relato de Jeremy Irons es quizás el más fuerte: la explicación del origen del libro, cómo las palabras surgen de la vivencia y experiencia atormentada de un pobre chico de postguerra. Irons le infude fuerza y Ben Barnes la respalda con una interpretación considerable, mucho más que la de Bradley Cooper, Zoe Saldana, Olivia Wilde o Dennis Quaid. De hecho, la participación de Jeremy Irons fue el eje del proyecto y sin su presencia el film independiente no hubiese sido el mismo, incluso puede que no hubiese visto la luz.

El ladrón de palabras nos habla de la dificultad de la creación y la moralidad del plagio de una forma sutil, casi desapercibida, pero notable al fin y al cabo. La base del guion, las interpretaciones agradables y la presentación a modo de lectura tanto individual como respecto al conjunto del film hacen la película muy llevadera. Nos están leyendo un libro, y nunca mejor dicho.

Nota: 7

Alejandra Diez

No hay comentarios:

Publicar un comentario