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miércoles, 12 de diciembre de 2012

‘El lado bueno de las cosas’, un final feliz no le vendría mal a nadie



En inglés tienen la expresión “Every Cloud Has A Silver Lining”, que viene a decir que de toda mala situación se puede extraer siempre algún aspecto positivo. De ahí el título original de la nueva película de David O. Russell (The Fighter), El lado bueno de las cosas, adaptación de la novela homónima de Matthew Quick y protagonizada por Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Robert De Niro y Jacki Weaver. El argumento de esta simpática y encantadora cinta indie, ganadora del premio del público en el Festival de Toronto de este año, gira en torno a Pat (Cooper), un ex profesor que acaba de salir de una institución mental por problemas de comportamiento, y su especial relación con Tiffany (Lawrence), una chica sin pelos en la lengua y con un buen puñado de problemas personales por su cuenta.

Como ya hizo con Tres Reyes y Extrañas coincidencias, David O. Russell vuelve a encargarse del guión. En esta ocasión, el director neoyorquino combina a la perfección drama, comedia y romance, obteniendo como resultado una narración que, aun lejos de la perfección, no decae en ningún momento y sorprende con algunas escenas de brillantez dialogística e interpretativa. Las conversaciones entre los dos protagonistas, cruel y divertidamente honestas, así como la relación padre-hijo entre Cooper y De Niro, son de lo mejor de esta historia que, por otra parte, llega a su clímax con el concurso de baile final, al más puro estilo Pequeña Miss Sunshine, y con dos guiños monumentales a Cantando bajo la lluvia y West Side Story que sólo hacen que sumar puntos a un film ya de por sí entrañable y atractivo.


Más de una similitud hay entre la película que dio a conocer a Abigail Breslin en 2006 y lo nuevo de O. Russell, donde decir lo apropiado no está en la orden del día y donde las depresiones y/o enfermedades mentales son tratadas desde un perfecto enfoque cómico y con largas dosis de buen rollo. Con todo, El lado bueno de las cosas no deja de ser, en el fondo, una comedia romántica, especificamos, una buena comedia romántica a quilómetros de distancia de la etiqueta “tópica, cursi, sensiblera, irreal” con que actualmente se relaciona este género. ¿Previsible? Seguramente, pero no tiene por qué afectar negativamente al conjunto de la película.

“El mundo ya es suficientemente duro por sí mismo. ¿No podían escribir un final feliz?”. Esto es lo que pide Bradley Cooper al inicio del film y esto es lo que gana con su positivismo. El título del film —es increíble que se haya traducido bien, teniendo en cuenta que el original es una expresión propia inglesa— ya nos lo avanza, así que no hay nada tramposo en el film de David O. Russell quien, a pesar de estar un tanto sobrevalorado, convence también con su realización y sobre todo dirección de actores. Algo de crédito se le tiene que dar, pues, por conseguir las mejores interpretaciones de muchos de los actores con quien trabaja, como es el caso de Bradley Cooper, más que correcto en su papel de protagonista bipolar, asustado por su enfermedad pero optimista, a pesar de todo.

Ahora que, aquí la joya de la corona es, sin lugar a dudas, Jennifer Lawrence. Sería injusto destacar una sola de sus escenas o apariciones, porque esta estupenda actriz se supera en cada una de ellas, evitando caer en el histrionismo y demostrando que la chica que nos enamoró con Winter’s Bone aún tiene mucho que decir dentro del cine independiente. En cuanto al resto del elenco, la guinda del pastel la pone un Robert De Niro extremadamente cómodo tanto en la parte cómica como dramática del personaje, una mezcla que se acaba convirtiendo en algo así como el leitmotiv de toda la cinta.


Así pues, te pueden hacer daño en cualquier momento, cualquier día de la semana, incluso en domingo o durante las fiestas. Aun así, siempre se puede encontrar el lado positivo y bueno de las cosas que, según la teoría de una idealista servidora, es el único camino posible hacia el final feliz que tan bien nos vendría a todos, no el típico, utópico y aburrido “y vivieron felices para siempre”, no, sino el final feliz de las sonrisas, del buen humor, de los malos días mitigados por un abrazo y de los momentos difíciles superados con clases de baile, una buena amistad y una pizca de optimismo. Este es el final feliz que describe El lado bueno de las cosas, sin duda la mejor feel-good movie de la temporada. Y qué bien sienta salir del cine con una sonrisa de oreja a oreja y con ganas de bailar claqué al lado de Gene Kelly y Donald O’Connor en Cantando bajo la lluvia —por cierto, una de las más míticas feel-good movies de toda la historia del cine—.

Lo mejor: la filosofía del vaso medio lleno que defiende, los brillantes diálogos entre los dos protagonistas, una inmensa Jennifer Lawrence y los encantadores guiños a Cantando bajo la lluvia y West Side Story.

Lo peor: que habrá gente que se quedará sólo con la previsibilidad de la historia, cuando es, de lejos, lo menos importante.

Nota: 9
 
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P.D. No hemos podido evitar acabar la crítica rememorando esta genial escena:


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