La adolescencia, esa tan bonita etapa de la vida que todos queremos
olvidar. ¿Será precisamente por eso, por lo que es uno de los temas más
recurrentes del cine y la literatura en general? Sea como sea, sus
ambivalencias, miedos, inseguridades y ampliadas emociones continúan dando
mucho de sí en la gran pantalla y permiten a los cineastas jugar con las luces
y sombras de esta vulgarmente conocida como “la edad del pavo”. Algunos
pensarán que ya se ha dicho todo, de la adolescencia, pero el cine siempre nos
sorprende y es así como a veces nos encontramos con historias tan especiales y
vibrantes al mismo tiempo como Animals,
la ópera prima del director catalán Marçal Forés.
Pol vive con su hermano, asiste a la escuela y siente las mismas
contradicciones entre amor, odio y amistad que cualquier otro chico de su edad.
Sin embargo, hay algo distinto en él, y es la especial relación que mantiene
con un osito de peluche de su infancia, Deerhoof, que le habla en inglés. El
osito, un reflejo del propio Pol, se convertirá en la traba que impide al
protagonista adentrarse en la madurez y descubrir los cambios en sí mismo y en
las relaciones con sus viejos y nuevos amigos, así como con sus profesores y familiares.
Oriol Pla interpreta con solvencia y magnetismo al protagonista, consiguiendo
despertar en él la complejidad unas emociones nada fáciles de hacer creíbles.
Seguramente esto se deba, en parte, a la profundidad y detalle con que está
tratado su personaje en el guión del propio Forés y de Enric Pardo y Aintza
Serra.
Dicho esto, quizás no sea una película perfecta, quizás su historia —y la
forma en que está contada— llegue más a los que están más cerca de la
adolescencia, pero no hay duda en que el universo creado por Forés impacta, sin
dejar indiferente a ninguna de las partes. Este universo de contradicciones y
miedos está presentado, al mismo tiempo, con toques de una realidad oscura y a
la vez mágica que pintan la película y a la propia adolescencia con tonalidades
lúgubres y fantasiosas. Esta mezcla, conseguida sobre todo gracias a la cámara
de Forés y a la fotografía de Eduard Grau, autor de genialidades visuales en Un hombre soltero y Enterrado, consigue darle a
la historia de Pol un aspecto de cuento e incluso de cómic en algunos momentos.
En definitiva, estamos delante de una historia hipnótica, tratada por el
director de esta máquina de talentos que es la ESCAC con un extrañismo fantasioso que, a su vez, es
lo mejor de la película. Un film donde no podemos olvidar tampoco la corta pero
gratificante presencia de Martin Freeman como profesor y mentor del
protagonista.
Lo mejor: el mundo que crea Forés entre fantasía y realidad,
junto con la fotografía de Grau, para
hablarnos de la sensación de pérdida de unos años que aún pueden dar mucho al
cine.
Lo peor: que el factor “especial” de su puesta en escena y
montaje, así como el disparatado clímax final puedan echar injustamente para
atrás a algunos de los espectadores.
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