En todas las artes no es lo mismo empezar por el principio que por el final a no ser que, como las cifras capicúa, el resultado sea el mismo. Y es que no se obtiene el mismo resultado, ni la misma visión, ni las mismas conclusiones partiendo desde el inicio que desde el fin. Para comprender a Tim Burton y su nuevo largometraje Frankenweenie debemos empezar desde el origen, desde el corto homónimo y en blanco y negro en el que está basado el estreno de esta semana, porque las perspectivas resultan distintas, y aquello que a priori parece novedoso en definitiva no lo es.
No hay que olvidar que estamos ante un remake, pero no un remake de una sola película sino de muchas, pues Frankenweenie recoge elementos de toda la filmografía de Burton siguiendo su ya conocida estética y recuperando el stop-motion, que no utilizaba desde 2005 con La novia cadáver. Entre escena y escena, los incondicionales del excéntrico director reconocen y se divierten con los distintos guiños que van apareciendo de sus anteriores proyectos; el tranquilo y ordinario pueblo, visto en Eduardo Manostijeras; el perro, elemento recurrente; la niña deprimida y enfadada con el mundo cual Winona Ryder en Bitelchús…hasta el mismísmo Vincent Price, ahora como el avanzado profesor de ciencias. En definitiva, puro Burton en hora y media.
Así que después de fracasos o proyectos no tan logrados como Alicia en el país de las maravillas o Sombras Tenebrosas, sí, se podría decir que Burton ha vuelto; sin embargo, y a pesar de la singularidad del director respecto al resto, no innova respecto a sí mismo. El director ha partido del esqueleto del corto de 1984, filmado con personajes reales (Barret Oliver, Shelley Duvall, Daniel Stern) y ha manteniendo la base del guion, además de escenas o elementos peculiares, como el cementerio de perros, el molino, la tumba de Goodbye Kitty o el personaje de Edgar E. Gore. A partir de ahí, únicamente ha añadido más metraje, la trama del concurso de ciencia y poco más, y es ésta justamente la parte más floja de todo el film.
Como contrapartida, el regreso al stop-motion es un gran punto a favor y supone un reconocimiento al gran trabajo que ello requiere. No es nada fácil hacer algo así, supone paciencia y gran esfuerzo, y el resultado es excelente; así como la banda sonora de Danny Elfman, que apoya el ambiente lúgubre, sombrío pero también divertido de la película.
Frankenweenie es toda una amalgama de elementos burtianos, elementos del cine y la literatura del terror; individualmente resulta una muy buena película pero, aunque recupera aquellos aspectos del director que se echaban en falta, sigue siendo muy poco original. Desde hace tiempo que Burton no se implica en proyectos que partan desde zero, incluyendo su próximo trabajo como director, La familia Addams; Burton necesita reinventarse.
Lo mejor: el stop-motion, los guiños al cine del terror y algunos de los compañeros de clase de Víctor
Lo peor: el reiterado uso de elementos ya vistos en la filmografía del director
Nota: 7
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