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martes, 3 de abril de 2012

'Tenemos que hablar de Kevin', violencia emocional


¿Porqué una película nos impacta más o menos? ¿Porqué a mí sí y a ti no? El entorno y el interior de todos nosotros nos condicionan cuando vamos a ver una película, entran con nosotros a la sala de cine. Así pues, y dejando de lado la opinión que tenga cada uno sobre la calidad técnica y artística de la película, un film como Shakespeare in Love, por ejemplo, puede emocionar o disgustar, según quién la esté viendo, cuándo la esté viendo, y con qué contexto personal la esté viendo. No obstante, hay ciertas películas -y aquí sí que entra la calidad y el talento con el que están hechas- que nos dejan enganchados en el sillón, películas que nos golpean tan fuerte interiormente que despiertan centenares de emociones dispares que nos confunden y trastocan. Son películas violentas emocionalmente y Tenemos que hablar de Kevin (Lynne Ramsay, 2011) es una de ellas.

"La semilla del diablo". Ese era el título de una de las críticas de la película. La verdad, le va como anillo al dedo porque todo el film gira entorno la idea de la maldad y la pregunta de si se puede nacer con ella y llevarla para siempre. La respuesta del film es un claro y rotundo SÍ. Un niño que desde el primer momento lleva consigo un odio hacia el mundo, representado en su madre, que condiciona cada una de las acciones que lleva a cabo, un modo de hacer y ser, en definitiva, que solo puede describirse de una forma: asqueroso. Es increíble el poder de esta palabra, "asco", y la capacidad que tiene para revolver cada uno de nuestros sentidos. En este film, son tres actores (los tres Kevin, según la edad), quienes se encargan -y que bien lo hacen- de que no se nos olvide esta palabra en toda la película. Es más, se sirven de la cámara (primerísimos primeros planos) y de los colores para incrementar esa preciosa sensación.


Ahora bien, Kevin no es el personaje central. La protagonista de la película es la madre, tormentada y desquiciada por un hijo al que quiere, odia y teme a la vez. Tilda Swinton está espléndida en un papel más que complejo y que, sin lugar a dudas, es uno de sus mejores trabajos interpretativos hasta la fecha. Su personaje y su manera de reaccionar ante el terror psicológico causado por su hijo son los principales causantes de esta violencia emocional que sacude al espectador y le hace preguntarse: ¿Qué haría yo si tuviera un hijo así? ¿Cómo reaccionari? ¿Sería capaz de continuar adelante, de continuar viviendo? Por eso, en realidad Tenemos que hablar de Kevin es mucho más que un niño que le destroza la vida a su madre. Es cómo seguir adelante, de dónde sacar la fuerza para seguir con una vida insignifcante, vacía y miserable. Son estos intentos de supervivencia, subsistencia, por parte del personajes de Swinton los que más conmueven, y es por eso precisamente que consigue este film consigue impactarnos tanto.

Finalmente, solo cabría destacar la parte técnica del film, sobre todo en cuanto al color, del que ya se ha hablado antes -por cierto, aparecen muchas más luces rojas aquí que no en la propia película Luces Rojas-, y al montaje. Este construye la historia a partir de idas y venidas, flashbacks arriba y abajo, que contribuyen a la mezcla explosiva de sensaciones, tan reales y desagradables, que genera la película.


Lo mejor: los colores, el montaje y Swinton. Todos tres elementos tienen un papel muy destacado en la creación de esas fuerte y violentas emociones.

Lo peor: salir del cine hecho polvo -claro que cuando una película consigue impactar de tal manera al espectador, es que realmente es buena, ¿no?-.

Nota: 8

3 comentarios:

  1. Un post estupendo. Estoy totalmente de acuerdo con tú crítica. Realmente es una película muy dura emocionalmente. Sales del cine hecho polvo.

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  2. Durante la proyección 3 personas abandonaron la sala. En mi caso, pocas veces he salido disparada de la butaca más rápida que al final de esta pelicula (sólo la supera La Carretera, pero es que ninguna otra película me produce más pánico que ese horrendo futuro postapocalíptico).

    Pero en fin, que me desvio, que tenemos que hablar de Kevin. Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que has comentado, pero no con tu interpretación. Tal vez salga la psicologa repente que llevo dentro (sorry si es asi), pero yo creo que en esta ocasión concreta el psicopata se hace y no nace. Una de las cosas que más me gustan de la película es que señala responsabilidades, no culpabilidades (todos somos víctimas de víctimas). Ya desde la gestación, ella se siente como un mero contenedor del niño, nunca llega a sentir un vínculo con él y todo eso es absorbido por Kevin. No es culpa de nadie, no hay que ser un monstruo para sentir desapego por un hijo, pero si hay algo que un niño sabe con absoluta certeza es si es querido o deseado. Durante todo el metraje vemos síntomas o señales de S.O.S. en el niño: llora más de la media, comienza a hablar tarde, problemas de eneuresis y encopresis hasta una edad avanzada… el chaval esta pidiendo “¡quiéreme!” a gritos. Es como si a su mente infantil llegara siempre el mismo mensaje: si ni siquiera mi madre me quiere, debo ser un monstruo. ¿Y qué hace la criatura? Convertirse en uno para “darle la razón” a su madre y alimentar así, la rueda de la frialdad y el desprecio entre ambos.

    Eva le dice al niño verbalmente y también con su actitud perlas como "antes de que tu nacieras yo era feliz" (¿a qué niño no le afectaría eso?). Yo creo que Eva es consciente de su parte de responsabilidad en el monstruo que ha creado (será deformación profesional, pero, para mi, su mayor error no es no quererle sino no acudir a un psicólogo que los trate a ambos desde el principio) y, al final, sólo ve dos salidas: o pegarse un tiro o perdonarse y vivir. Obviamente, elige lo segundo. Y perdonarse a ella, es perdonar a Kevin.

    Una vez le dediqué un post al tema de si el psicopata nace o se hace. Si tienes curiosity de hacer el test de psicopatía http://www.chataignesetchocolat.blogspot.com.es/2012/01/psicopatas-entre-nosotrs.html ;)

    Un abrazo ***

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  3. ¡Muchas gracias por tu comentario! Sí, sí, me parece muy razonable tu interpretación, y la comparto cuando hablamos de la realidad (el mal se hace y se crea de acuerdo con un determinado contexto y entorno). Sin embargo, en el film creo que hay una parte importante de ficción, precisamente porque sí parece que el mal nazca con el niño. En realidad, Eva ya está incómoda durante el parto porque ya lo nota, no porque no quiera tenerlo o no lo quiera [SPOILER] si no lo amara, no se emocionaría cuando el niño quiere estar con ella para que le lea cuentos, nio se gastaría todo su dinero en el juicio, no lo iría a ver en la cárcel, no lo abrazaría y no mantendría su habitación ni su camiseta favorita [FIN DEL SPOILER].

    Además, antes de decirle ese "antes era feliz", ya ha intentado por todos los medios hacerse querer por el niño y demostrarle su cariño, pero Kevin solo parece querer hacerle daño -por eso no veo que el niño pida que lo quiera a gritos-. Pero bueno, cada uno con su interpretación, que así se crean bonitos debates :D ¡Ah! Y me gusta esta idea de las dos salidas de Eva. Quizás cambio un poco tu versión, pero es verdad que su nueva vida está completamente ocupada por un doble sentimiento de culpa: la de Kevin -ya que no la siente él, al menos que lo haga alguien, ¿no? xD- y la suya propia, por no haber sido capaz de plantarle cara a su hijo y quizás también por haberlo defendido cuando no se lo merecía. Sin duda es una película que invita a la reflexión, de la que pueden salir numerosas visiones, ninguna más correcta o incorrecta que la otra.

    ¡Muchas gracias por comentar y un abrazo!

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