Páginas

lunes, 13 de febrero de 2012

'Mucho ruido y pocas nueces' el Branagh más Shakespeareano - solución Enigma Rosebud


Si es lunes, ¡hoy toca solución al Enigma Rosebud! Como muy bien habéis contestado todos, por blog y Twitter, las cuatro imágenes que os pusimos el viernes pertenecen a Mucho ruido y pocas nueces (Much ado about nothing), la adaptación cinematográfica de la comedia de William Shakespeare que Kenneth Branagh dirigió en 1993 y que protagonizaron, junto a él, Emma Thompson, Robert Sean Leonard, Kate Beckinsale, Denzel Washington, Michael Keaton, Imelda Staunton y Keanu Reeves, entre otros. Y no hay mejor manera de empezar este homenaje que con este poema:

Sigh no more, ladies, sigh nor more;
 Men were deceivers ever;
One foot in sea and one on shore,
    To one thing constant never;
 Then sigh not so,
  But let them go,
    And be you blithe and bonny;
Converting all your sounds of woe
    Into. Hey nonny, nonny.

Después de Laurence Olivier, se podría decir que Kenneth Branagh es uno de los actores/directores más expertos en la obra de William Shakespeare -de ahí la más que acertada decisión de que Brannagh interpretara a Olivier en Mi semana con Marilyn-. Y seguramente, aunque esta sea mi cinta favorita del británico, no estoy exagerando cuando digo que, junto a Enrique V (1989), Mucho ruido y pocas nueces es una de las mejores películas que ha hecho Kenneth Branagh en toda su carrera, donde también destaca la más personal y magnífica Los amigos de Peter (1992).

Una de las grandezas de Will Shakespeare reside en su capacidad y talento para cautivar al espectador con las historias más trágicas jamás contadas -Romeo y Julieta, Hamlet, El rey Lear- y hacerlo reír con las comedias más descabelladas, a saber Como gustéis, Trabajos de amor perdidos o Mucho ruido y pocas nueces, las tres versionadas por Branagh, quien, como el dramaturgo, ha sabido combinar a la perfección tragedia y comedia. En este caso, Mucho ruido y pocas nueces es una comedia de enredos, ambientada en Medina, que tiene como punto de partida el juego del príncipe Don Pedro (Washington) y los recién prometidos Hero (Beckinsale) y Claudio (Sean Leonard) para juntar a Betrice (Thompson) y Benedick (Branagh), quienes se odian mutuamente y detestan cualquier cosa que tenga que ver con el matrimonio. 

Esta pequeña conspiración da lugar a una de las mejores escenas de toda la película: un montaje paralelo que nos muestra a Branagh pegando saltos en una fuente mientras Thompson se columpia y sube cada vez más y más alto, ambos exultantes. Esto, acompañado del montaje y de la magnífica música, una vez más, del compositor fetiche del director, Patrick Doyle, se convierte en la perfecta definición de un sentimiento muy difícil de describir: el enamoramiento. Shakespeare y Branagh, sin embargo, lo consiguen, y este último lo hace con una belleza visual y una pasión por parte de los actores embriagadora. Emma Thompson y el mismo Branagh dan aquí una de sus mejores interpretaciones: divertidos y ocurrentes, hablan en verso como si de prosa se tratara, con naturalidad y derrochando gusto por lo que hacen. No obstante, en el apartado interpretativo tampoco se puede olvidar a Richard Briers, Brian Blessed e Imelda Staunton, habituales en los films de Branagh, así como a unos jovencísimos e inocentes Robert Sean Leonard y Kate Beckinsale y, cómo no, al divertidísimo y lunático Michael Keaton, aquí en el papel del bufón que, sin saber cómo, siempre acaba descubriendo el pastel.

Pero hablábamos antes también de belleza visual, y es que el encanto de esta magistral película, que desafortundamente no tuvo el reconocimiento internacional que se merecía, no se encuentra solo en sus diálogos, sino en la fotografía, la ambientación (se rodó en una villa de la Toscana) y, sobre todo, la cámara Branagh, porque aparte de la escena de la fuente y el columpio, el director utiliza unos movimientos de cámara y planos magníficos. Algunos ejemplos serían el inicio del film, esa excelente "overture", que es otro montaje paralelo, y el final. Este último no tiene desperdicio, porque se trata de una sola secuencia: empieza con una trávelling, siguiendo a los protagonistas bailando por toda la villa, hasta que en un momento determinado la cámara empieza a subir para acabar con una visión de pájaro de toda la escena. Así que, avisando de algún SPOILER, os dejo aquí esta última e increíble escena de Mucho ruido y pocas nueces. ¡Saludos!


2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con vuestra magnífica crítica. Si hay en la historia del cine una película que invite más a la alegría y la felicidad no hay duda que es ésta. Es una enorme celebración de la pasión y del amor. Un canto a la amistad y la naturaleza.Una descripción exacta de la impaciencia del amor juvenil. El film transmite vitalidad, frescura, elegancia.

    Para mí todo en esta película es magistral: los movimientos de cámara, los encuadres, la luz y los colores de la Toscana, la inigualable banda sonora de Doyle, y especialmente unos actores en estado de gracia, que dicen los versos con una naturalidad pasmosa, que los hace atractivos a todo el mundo. El film no sólo está pleno de música y baile, sino que hasta las palabras tienen una gran musicalidad. Branagh i Thompson las dicen como nadie y crean una gran complicidad entre los dos personajes. Que Branagh aquel año no estuviera ni tan sólo nominado al óscar, es una de las mayores injusticias de estos premios tan irregulares.

    En fin, una película que no te cansas nunca de ver.

    ResponderEliminar
  2. Para mi también es una película que no me cansa verla. Es una perfecta comunión de Shakespeare y Branagh. Como bien dices M. del Mar la mejor adaptación junto con Enrique V que Branagh ha hecho de este escritor. Película que te pone de buen humor. Magníficos los recitativos de los actores. Magnífica fotografía. Magnífica música. En fin un encanto de película.

    ResponderEliminar