'Acero puro', americanada con puño de hierro

Ayer viernes para este largo puente se estrenaron muchas películas -¿alguna destacable fuera de lo último de Van Sant?- , la mayoría de ellas con perspectivas de llenar salas a toda costa. Una de estas es Acero puro dirigida por Shawn Levy, autor de varios despropósitos como Noche en el museo (y su secuela), Doce en casa (y su secuela), el remake de La pantera rosa o la simpàtica, pero floja comedia Noche loca. Aquí la cosa no mejora, es más, si esas alguna carcajada sacaban, ésta las saca por su estrepitoso resultado y su pretensión final.

En Acero puro tenemos a un hombre fracasado, Charlie (Hugh Jackman), que abaondó a su hijo Max (Dakota Goyo), que ha dejado escapar su carrera y a la mujer de su vida, Bailey (Evangeline Lilly). Pero la vida de Charlie cambiará cuando su hijo empiece a ganar peles profesionales con un robot sacado del desguace ¿Nada nuevo verdad? ¿Ya sabéis como acaba?

Pues es lo único que ofrece la película: entretener -pese a su larga duración- durante dos horas con un aspecto y contenido banal y superficial. Así pues, un guión (¡escrito a cuatro manos!, ¡qué ingenio entre todos!) horroroso repleto de lugares comunes: el hombre en horas bajas que resurge de sus cenizas, las segundas oportunidades con tu hijo desechado, la reconciliación paterno-filial, la lucha por la libertad y los sueños o el triunfo como éxito último. De verdad, ¿eso en Europa qué narices pinta? Pero vaya hace años que nos tragamos estos productos como Karate Kid, En busca de la felicidad o la reciente Criadas y señoras. Eso sí, a veces temas de estos forman parte de obras maestras, pero porque detrás hau una buena historia, un gran guión, un gran personaje principal y una dirección ejemplar como en E.T. o Toro Salvaje.

Pero no es solo eso, el guión predecible está plagado de diálogos ridículos y falsos al estilo de "lo haremos juntos, confía en mí" o "sí, tú puedes". Es obvio, como he apuntado ya, que los personajes no tienen alma y se mueven y se desarrollan por gracia (y desgracia) de la trama prefabricada y mil veces vista. Por tanto, el guión se sustenta con grandes dosis de sensiblería (el plano del niño y el robot mirando al sol al atardecer) y un panfleto de valores de la América más rancia. Además, los personajes, como suele pasar en este tipo de productos, tienen cambios precipitados y reaccionan de forma atónita.

Ahora bien la novedad o lo que la hace diferente es la presencia del robot que ejemplifica más aún aquello de que de la mierda (el desguace) puedes llegar al éxito, tanto el robot como el personaje de Jackman lo hacen. La película está dirigida con grandes pretensiones (hacer llorar al público), con nula voluntad de ofrecer un relato humano y real y sin alma.

Al ver esta cinta, un servidor se pregunta por

enésima vez porque cruzan la frontera de E.E.U.U. películas de este tipo y, obviamente, esto es fruto de la americanización del mundo Occidental (y también Oriental), mediante sus valores y por el consumo durante cien años del cine de Hollywood. Por otro lado, se supone que es una película familiar, pero, ¿realmente tanta agresividad es buena para los menores de 13 años? Sin duda, ambas cosas evidencian una vez más la pasividad de la gente y la locura del sistema donde vivimos.

En conclusión, Acero puro es de lo peor de este año por su sensiblería, su mensaje típico y esperpéntico, su moralina disneyniana, su falta de humanismo y desvergüenza. Ahora bien, reírse en los últimos 15 minutos ha sido de lo más gratificante de esta semana. Imaginaos: un montaje a cámara lenta, con música de clímax ñoña, lágrimas del niño, lágrimas de la chica, abrazos finales, público aplaudiendo y coreando el nombre del héroe. Como leeéis (y os imagináis), todo espantoso.

Lo mejor: Nada

Lo peor: Sinceramente, que esto sean los valores que se quieren transmitir a los niños

Nota: 1